“Ingeniería electoral creativa…”

Ocho años parecían suficientes... pero todo sigue igual. Ocurre que ahora pretenden convencernos de que para avanzar, hay que marchar hacia atrás. Algo así como ordenar a marchar punta, planta, talón. Para cualquier bípedo normal la cosa parece imposible. En los primeros años de esta gestión se pudo interpretar tal vez de manera simpática o risueña una cosa del género. Como eso de leer en las arrugas de los abuelos o de filosofar sobre el sexo de las piedras.

Pero convengamos en que es bastante subido de tono, tanto que tiene tintes de estupidez, convertir un reloj con las manecillas que giran de derecha a izquierda en símbolo del “proceso de cambio”. Y que de paso se lo haga instalando el artefacto en el edificio que es símbolo del principal poder del Estado. A menos, claro, que de manera subliminal de lo que se trate sea de reflejar una realidad subyacente en el imaginario colectivo.

Es cierto que en estos tiempos y en materia de legislación y fiscalización las cosas marchan para atrás, dadas las características de ese Órgano del Estado. Ya se reconoció oficialmente, no hace mucho, que los libre pensantes no tienen cabida en sus salas. Tal vez por eso el presidente de diputados explicó que “el reloj invertido del frontis de la Asamblea Legislativa significa, para nosotros, que nuestro norte es el sur”. Debe ser por eso, tal vez, que para ir a la izquierda el proceso marcha hacia la derecha. Tal vez terminan en la izquierda, al final del círculo. Sólo que terminará donde comenzó, lo cual significa una lamentable pérdida de tiempo. A menos que sea para justificar eso de que se llegó al poder para quedarse 500 años.

Lo malo es que ese símbolo refleja además un alto nivel de incompetencia y falta de imaginación. El primero en jugar con los horarios fue el excomandante Hugo Chávez, numen inspirador de estos tiempos en nuestro país. A él se le ocurrió mover los relojes en media hora para que sus hijas no lleguen tarde al colegio. De modo que nuestros hermanos venezolanos tienen ahora su propio huso horario y las penurias que conocemos. Por lo demás, desde hace muchos años son comunes como curiosidad de mercadeo para coleccionistas relojes con esas características. Y hay también mapas en los que el hemisferio norte está abajo. Y a nadie se le mueve un pelo. En buenas cuentas, en la inmensidad del espacio, la posición del planeta tierra, de las cosas y de las gentes que lo habitan es relativa. Igual que el tiempo, que no es nada más que una unidad de medida creada por el hombre hace miles de años sin que medien posiciones políticas, económicas o ideológicas.

Pero otra cosa es suponer que las manecillas del reloj deben girar hacia la izquierda para avanzar… Utilizar esa imagen gráfica para definir la posición ideológica del gobierno es, convengamos, una estupidez en materia de comunicación, por el mensaje que entraña para el común de los normales. Pero bueno, allá las gentes del gobierno si creen que por ese camino llegarán más pronto a la meta que se proponen, por mucho que a estas alturas den por descontada la re reelección presidencial.

El tema de fondo, en realidad, tiene que ver con la aplicación de un sistema de ingeniería electoral creativa que me fue sugerido por una simpática y acuciosa observadora amiga de la realidad política boliviana. Surgió de una curiosidad elemental: ¿es posible, me preguntó, suponer que el sistema electoral garantizará legitimidad al próximo gobierno? Y claro, si pensamos que para alcanzar ese objetivo se aplican normas electorales que tienen tan ingeniosa ingeniería como la de suponer que marchando hacia atrás se va hacia adelante, tal vez se termine descubriendo que el camino más corto entre dos puntos no es la línea recta, sino la de la que imita la cola de los cerdos.

Porque, vamos a citar algunas preocupaciones ahora que por fin se cerró el periodo de inscripción de electores. Cómo es posible que si, según las previsiones del propio Tribunal Electoral, se esperaba que 450.000 nuevos inscritos en base a las proyecciones del censo del 2012, al final del proceso se nos diga que son más de 1.200.000. Casi se triplicó ese número. Sería bueno, tal vez, que al dar a conocer el número oficial de votantes habilitados, se le diga también a la gente cómo es que y sobre todo porqué en octubre habrá esa cantidad más de votantes que la última vez. Sería interesante pedir una auditoría del padrón electoral, según algunos observadores. Pero suena a ocioso, porque hasta hoy no hubo, aunque se pidió y se exigió, una auditoría similar del censo.

En el mismo tren de pedidos tal vez ociosos, sería interesante que el Tribunal electoral, así como dijo que exigirá que se cumpla la norma constitucional de paridad de género, ponga a disposición de la gente la fórmula técnica que aplicó para confeccionar el nuevo plano electoral. Porque de ese tema depende, en buena medida (tal vez medida fundamental) la conformación de la futura asamblea legislativa que, por lo dicho a propósito del relojito ese que grafica su imagen, se limita a obedecer cuando le ordenan levantar la mano o bajar el pulgar.