La falta de originalidad es un defecto muy común, pero es más objetable y crítico en la política, ámbito donde la autenticidad debe ocupar relieve de primera importancia. Los partidos políticos además de copiar y suplantar principios, doctrinas y programas, los instrumentan a su servicio. Más todavía, protestan tratarse de obras de su propia creación o invención. En especial determinados partidos “nacionalistas” pecan en este sentido, aunque por su denominación tendrían que recoger y absorber del medio en el que actúan, el sustento y fundamento de su existencia. Capítulo aparte corresponde a las organizaciones dependientes de internacionales políticas como las de filiación comunista, demócrata cristiana, social demócrata, etc. Sus siglas son tan prestadas como sus programas, pero al menos tienen un atenuante por su filiación derivada.
En lo doméstico, tenemos que la “Revolución Nacional”, apelativo de los 12 años de Gobierno del MNR, es un calco de la Revolución Nacional Fascista de Italia, que se reclamaba tercera posición frente al capitalismo y al socialismo. Movimiento era la denominación alternativa de la Falange Española, tenida como fascista, tendencia política que el MNR decía combatir. Hasta la muerte de Francisco Franco, una cartera de Gobierno era ocupada por el Ministro Secretario General del Movimiento, encargado de los aspectos políticos del régimen.
La centralización del sindicalismo boliviano a través de la Central Obrera Boliviana -fundada a pocos días de la Revolución de 1952- toma su nombre de la Central Obrera Nacionalsindicalista de España, surgida hacia los años 30 del siglo pasado. La “alianza de clases”, principal remoquete movimientista de una supuesta posición policlasista, es una parodia de la “soldadura de clases” postulada por Benito Mussolini, tal como lo enuncia claramente el tratadista Alipio Valencia Vega, en su Derecho Político.
Es harto conocido que el partido oficial se alinea devotamente con el movimiento bolivariano de Venezuela de Hugo Chávez Frías, no sólo en ciertas formas exteriores de masas, sino que también se hace visible inclusive en detalles de redacción de la Constitución de 2009 del Estado Plurinacional; ejemplo es la tediosa letanía de género, cuando se lee casi en cada artículo “las bolivianas”, “los bolivianos”; “las ciudadanas”, “los ciudadanos”; “las candidatas”, “los candidatos”, etc., imitando el invento chavista demagógico de la Constitución de 1999 y las sucesivas enmiendas. En cualquier texto la forma masculina “el” y “los” tiene valor gramatical anfibológico para ambos géneros.
La imitación del modelo se traduce también en el cambio de nombre de República de Venezuela a República Bolivariana de Venezuela y República de Bolivia por Estado Plurinacional de Bolivia. La Constitución Bolivariana declara oficiales a las lenguas indígenas y la Constitución del país oficializa 33 idiomas originarios. El Legislativo venezolano se denomina Asamblea y el Congreso boliviano fue rebautizado como Asamblea Plurinacional, etc., etc.
Si de plagios se trata, he ahí que toda la parafernalia política del partido gobernante no procede de una invención más o menos meditada, sino de la pluma de Fausto Reinaga, criollo o mestizo de relato incisivo pero desmesurado en su obra La Revolución India. Él concibe la idea del Partido Indio de Bolivia, tan radical como el discurso de los ideólogos y dirigentes más pintados del indianismo en boga. Señala la “guerra total” contra todo vestigio blancoide, la “invasión” en lugar de la “conquista” está extrapolada del Manifiesto Indio del mismo autor. Tacha la “cultura occidental” como inútil y nociva; todos los partidos del “cholaje blanco-mestizo” -como los llama- se dividen en “nacionalistas” y “comunistas”, la alternativa es el “tercer frente indio” o “tercera fuerza”. El PIB es “una esperanza indígena en su Revolución”, que como se ve no puede ser más intolerante y totalitaria.
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