La reforma de reloj y los resultados del G77

El mejor retrato de la cumbre G 77 que se desarrolló en Santa Cruz hace algunos días es el reformado reloj de la Plaza Murillo. Se habló hasta la saciedad de cambios (acabar con la pobreza, cuidado del medio ambiente y un gran etc.), algo que se viene diciendo desde hace 50 años y en todo este tiempo sólo cambian los demagogos que la presiden, repitiendo con frases cada vez más grandilocuentes estas buenas intenciones, pero de realidades nada.

Como mencionó José Mujica, presidente de Uruguay, en su discurso en la propia cumbre: “… esto es tramposo porque nos tienden la mesa, nos invitan a coparticipar con un espíritu esplendido y abierto, y somos buenos… y hasta nuestras rebeldías pueden servir para decorar el museo de las buenas intenciones.”

Los 133 países que conforman el G 77 son semi industrializados, sino monoproductores de materias primas, como el caso nuestro. Todos los países miembros viven sometidos al régimen impuesto por el gran capital monopólico que en el marco de la política internacional actual se llama: neoliberalismo, política de la cual ninguno de los países signatarios intenta escapar.

Se cambia todo en el discurso, pero nada en la realidad, estos gobiernos, denominados “izquierdistas” e incluso, de manera impostora, “revolucionarios”, son obedientes y obsecuentes a los mandatos del gran capital (congelamiento o reducción del salario real, apertura y otorgación de condiciones favorables para la explotación de las corporaciones transnacionales y un régimen impositivo retrógrado) y, ya que no pueden tocar una sola palabra de los designios de los países que detentan el poder mundial, lo único que cabe hacer es cambiar los números y las manecillas del reloj, a ver si con esto alguien se la cree lo de “proceso de cambio”.

Nunca más atinado el parangón entre lo que hace el Gobierno y el cuento infantil “Alicia en el país de las maravillas”, mientras la mayoría vive al borde de la locura provocada por su extrema pobreza y cruel sometimiento, las “reinitas”, también enfermas, pero por delirio de grandeza y poder, aparentan un gran enfrentamiento con el dragón (entiéndase imperialismo), no para cambiar la situación, sino para conservar el mismo régimen.

La estupidez y el despilfarro ahora se llama ciencia y/o revalorización de la cultura ancestral (extrañamente ahora la “ciencia occidental” es sinónimo de “cultura ancestral”) y donde la impostura, la demagogia y el derroche del dinero del pueblo pasan como la brillante gestión de gobierno actual.

Federico Zelada Bilbao es economista, ex-rector de la UPEA y actual docente titular de la UMSA.