Estamos en el año 14 del presente siglo; hemos vivido una década y casi un lustro en que, forzosamente, por las experiencias recogidas, se hace un balance sobre lo que fue mejor o peor: en síntesis, se llega a la conclusión, por parte de unos, que el tiempo pasado fue mejor y, por otro, que estos casi catorce años han sido mejores. Lo cierto es que todo ha primado en ambos tiempos: lo positivo y constructivo y lo destructivo y negativo. Nadie puede adjudicarse la virtud de haberlo hecho mejor porque lo sembrado en los años finales del siglo pasado se va cosechando hoy y, posiblemente, que lo que se siembre en este tiempo, beneficie recién a las generaciones venideras.
Pero hoy, conforme a las experiencias vividas, especialmente los campos políticos y económicos, es preciso convenir en que debemos actuar conforme a lo bueno hecho, rectificando lo malo y teniendo el propósito de evitar los yerros pasados. Es preciso que la política partidista y los intereses sectarios se abandonen y se actúe con visión y conciencia de país; de otro modo, lo que se hará es ahondar lo que nos hizo daño y nos estancó.
En lo económico se hizo poco en el pasado, pero ese poco significa que en los últimos ocho años aprovechó el gobierno del MAS, porque sobre esa base anterior ha conseguido éxitos económicos y para muestra bastaría tener en cuenta que en el campo de los hidrocarburos no hubo nada nuevo hoy y todo ha sido aprovechar el pasado, empezando por los pozos gasíferos y petroleros abiertos y tampoco se ha hecho inversiones importantes que superen a las de ese pasado que, muchas veces, es vilipendiado y desprestigiado por intereses más que mezquinos. En el campo de la minería no hubo cuadros o yacimientos nuevos y la mayoría se trabajó sobre lo que dejaron preparados los “barones del Estaño” hasta el año 1952 o sea que, en síntesis, Comibol no hizo nada y, si hubo avances fue por parte de la minería privada que, comparativamente con lo que pudo hacer, hizo realmente poco.
Pero no es momento de “llorar sobre la leche derramada”; al contrario, este tiempo y el posterior a los resultados de elecciones de octubre, deben ser de rectificación, de construcción de un mejor futuro por parte de gobernantes y gobernados. Hemos tenido y vivido interesantes procesos electorales definidos por el sistema democrático, pero tampoco hemos aprendido de ellos y hoy como ayer, continuamos con los reproches del ningún cambio, ningún avance y hasta inscribirse para votar sufre dificultades por diversos motivos y, uno especialmente, el sistema tecnológico que, se dijo, superaría antiguos métodos y resulta que hoy es más calmo, más complicado y hasta requiere más tiempo por ciudadano; los resultados a vivirse demostrarán cuántos han logrado la inscripción y cuántos se quedaron pospuestos para próximos procesos.
Si se examina con cuidado y uso de experiencias y conciencia, fácilmente se puede llegar a la conclusión de una necesidad: armonía y unidad entre todos porque, si seguimos como hasta ahora, nosotros mismos seremos los que ahondemos las dificultades y abriremos precipicios infranqueables al desarrollo y progreso del país. Es importante partir del principio: un pueblo desunido y nada armónico, está destinado al fracaso porque la desunión sólo acrecienta la soberbia y la petulancia donde surgen los reproches sobre presuntos culpables cuando se tiene conciencia de las propias culpas.
Hoy, a cuatro meses faltantes de las elecciones, los grupos políticos del oficialismo y de la oposición sólo han mostrado una especie de manipuleo o competencia de fuerzas: los unos, del oficialismo, seguros del apoyo que tiene de sus militantes y de quienes no querrían que cambie el sistema; los otros, sin un solo liderazgo y divididos, donde los protagonistas creen tener todos los derechos para ser preferidos por el pueblo aunque saben que nada o poco han hecho para merecer esa confianza. Hasta ahora, para la oposición de ahora y de antes, no sirve la unidad que es lo único servible y práctico; tampoco sirve la armonía y la concordia porque se prefieren las carreras y campañas desarticuladas donde cada uno apunta sin meta fija.
Mientras no haya armonía y unidad frente a los problemas del Estado por parte de los grupos políticos del oficialismo y de la oposición, será imposible encarar soluciones. Hasta ahora, el gobierno, debe ser consciente de sus yerros y políticas económicas equivocadas que lo llevaron por las sendas del dispendio financiero que han irrogado graves consecuencias y, por otro lado, la oposición del tinte que fuere, que no ha sabido orientar, inculcar, sugerir políticas armónicas para el país, una oposición que no fue constructiva resultó tan culpable de lo que hoy se sufre y que, en casos, se endilga sólo al gobierno. Llegó - debe llegar- el momento de la armonía, de la concordia y de la unidad lejos de intereses partidistas y de posiciones personales porque el país está ante todo y sobre todo sin menguas de ninguna naturaleza.
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