Fábula
En el país al que permanentemente nos referimos, pero no queremos dar su nombre, vivían muchos, pero muchos cangrejos que al no poder cambiar su destino de caminar hacia atrás, decidieron dedicarse a la política y desde entonces vivieron felices y muy contentos.
En sus horas de jolgorio, estos simpáticos cangrejos analizaban su existencia en este mundo y en una de sus reuniones multitudinarias (y obligadas), analizaron su futuro.
-Ya que nuestro destino es caminar hacia atrás, aprovechemos ello para retroceder 500 años y saber cómo vivían nuestros sabios antepasados-, dijo a la multitud uno de sus dirigentes.
La idea tuvo aceptación y entonces los cangrejos comenzaron a tomar sus decisiones. La primera de ellas fue la de cambiarle el nombre al lugar donde vivían y el nuevo elegido fue el de Cangrejolandia. Seguidamente continuaron con otras variantes como la de modificar el texto de sus reglamentos de conducta, sus símbolos patrios y banderas; su forma de ayuda mutua ($$$) y la manera de sancionar a los que no tengan las mismas ideas que ellos.
CAMBIOS EN UN RELOJ GRANDE
Decidieron también cambios en el ritmo de las manecillas de un reloj grande ubicado en la plaza principal del lugar: si antes giraban hacia la derecha, ahora girarían hacia la izquierda, siguiendo números también con otra orientación; y si antes eran romanos, ahora serían arábigos y… amén.
Así, la vida en Cangrejolandia se desarrollaba como siempre y todo seguía en forma rutinaria como antes, con la única diferencia de que ahora existían centenares de leyes, disposiciones y prohibiciones escritas que nadie cumplía (además).
Felices los cangrejos, no sabían cómo expresar su alegría y es así que permanentemente bailaban, bailaban y desfilaban, exhibiéndose horas y más horas en pantallas de televisión.
UN GRAN MONUMENTO
Tal era el jolgorio en que se vivía en Cangrejolandia que en una de sus tantas concentraciones (obligadas, como dijimos antes), un crustáceo perspicaz levantó sus pinzas y dirigiéndose a la multitud gritó con mucha vehemencia:
-Los años pasan y pronto envejeceremos. Así que, para perpetuar nuestro paso por este suelo… levantemos un monumento con la imagen de un cangrejo como nosotros-.
La muchedumbre de cangrejos apoyó la idea con gran júbilo. Y así se hizo. Levantaron un enorme monumento en medio del bullicio de los asistentes que aplaudían fuertemente con sus pinzas en alto y gritando como siempre lo hacían: “cangrejos unidos, jamás serán vencidos”…
El festejo con bandas de música fue largo y matizado con bailes, “refrescos” de diferentes colores y reiterados desfiles donde se hizo reventar miles de cohetillos chinos.
Y colorín colorado… esta fábula no ha terminado.
MORALEJA
Retrocediendo no se avanza.
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