Una extraña planta de hojas flotantes en forma de bandeja y flores de pétalos blancos y rojos
La flora de la selva amazónica -desde un árbol gigantesco, helechos, orquídeas y hasta el más delicado capullo- tiene sus características propias que despiertan en el hombre asombro e interés en conocerlas. Y sobre el origen de ellas los indígenas también han tejido hermosas leyendas
He aquí la leyenda del Irupé y algunas características de esta exótica planta acuática.
Según el escritor Ernesto Morales, Ñandé Yará es uno de los dioses de la mitología indígena paraguaya.
“Morotí y Pitá , era una pareja de indígenas habitantes de las selvas y ríos del Paraguay. Él era el más esforzado de los guerreros y ella, Morotí, la más hermosa de las jovencitas del núcleo familiar.
Resulta que no estaba en los designios de Ñandé Yará que fueran felices, a pesar que ambos estaban unidos por fuertes lazos de amor. Una tarde en que varios guerreros y mujeres de la tribu paseaban por las orillas del río Paraná, Morotí se desprendió de uno de sus brazaletes, lo arrojó al agua y volviéndose hacia Pitá, le dijo: “Lo quiero”.
El esforzado Pitá, que era un buen nadador, se zambulló en busca del brazalete. Los minutos pasaban y no volvió a la superficie, esperaron inútilmente que apareciera. la desolación corrió por la tribu. Morotí acongojada no lloraba siquiera, estaba anonadada.
“Entonces el hechicero de la tribu explicó lo que ocurría. Dijo: “Pitá es ahora prisionero de Icuña Payé (hechi-cero de las aguas). Tu eres la única, Morotí, que puede rescatarlo”. La muchacha se arrojó al río y no volvió a aparecer. Todas las no-ches esperó la tribu la aparición de los jóvenes enamorados.
Con los primeros rayos de la aurora, vieron flotar sobre las aguas del río Paraná las hojas de una planta desconocida: era el Irupé. Exhaló un suspiro la flor bella y exuberante volviéndose a sumergir en las aguas. . . Luego dijo el hechicero: “Pitá ha sido rescatado por Morotí. ¡Alegrémo-nos! En esa flor que acaba de aparecer, yo he visto a Morotí en los pétalos blancos que abrazaban y besaban, en un rapto de amor, los pétalos rojos. Estos pétalos rojos representan a Pitá. El amor humano ha venci-do”.
En cuanto a Aimé Bonpland (1773-1858), el científico francés que estudió a la Victoria Re-gia, éste fue el compañero del naturalista y geógrafo Humboldt, quienes desde el año 1800 estudiaron la flora y fauna, exploraron extensas regiones de Sudamérica casi o totalmente des-conocidos por el hombre blanco. La expedición retornó a Europa en 1804 dando por concluida la misión científica.
Una vez en Francia, Bonpland fue nombrado director del parque de la Malmaison, hasta que caída la emperatriz Josefina, esposa de Napo-león, regresó a América emprendiendo un via-je de estudio por La Pampa, el Chaco y el alti-plano. Cuando realizaba los primeros trabajos de investigación fue detenido por orden del dic-tador José Gaspar Rodríguez Francia. Durante los diez años que estuvo preso intercedieron por él: Bolívar, Chateaubriand, el emperador del Brasil, el general Sucre y otras destacadas personalidades de la época.
En 1831 Bonpland obtiene la libertad, aban-dona Itapúa y se instala en San Borja. Fue en 1850, ocho años antes de su muerte, cuando estudió entre los riachos de los altos Paraná y Paraguay a la planta Irupé (Victoria Regia), a la que él llamaba maíz de agua, dando sobre ella datos de mayor interés para los botánicos. Terminaba al morir (1858) una importante obra científica sobre la constitución geológica de Corrientes y Río Grande del Sur y sus cuatro volúmenes con trescientas cincuenta y siete muestras describiendo dos mil cuatrocientas cuarenta y nueve especies de vegetales estudiadas por este notable científico francés.
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