Desde el FARO
“Evo a opositores: a debatir con su abuela”, así reza el titular de portada del matutino Los Tiempos, reproduciendo la elocuente respuesta del presidente Morales a quienes osaron desafiarlo a un debate pre electoral. Por más evocación que la frase hace de un envalentonado héroe del pasado, usarla a estas alturas del Siglo XXI, resulta política y electoralmente incorrecto.
Desde mi entusiasta ingreso al club de las abuelas, confieso sentirme profundamente ofendida por tan peyorativo dispositivo discursivo para con las abuelas bolivianas. Pero ¿por qué referirse sólo a las abuelas y no a los abuelos? Claramente, la situación se agrava por la carga machista que la frase espetada contiene. Probablemente, don Eduardo Abaroa, como digno representante patriarcal y señorial de su época, no contempló este extremo, pero que en la Bolivia Plurinacional sea utilizada por su Excelencia se convierte en exabrupto que, pese a la Renta Dignidad, las “awichas” de todo el país y sin distinción alguna, debieran censurar airadamente.
¿Censurar al presidente Morales? Imposible, responderán algunas que elevaron a categoría de salvador mesiánico a Evo, quien con su sola presencia en el Palacio Quemado demostró que, desde 1952 y 1982, la Democracia boliviana comenzó a derrumbar los muros de exclusión política, aunque reavivando algunos rasgos imperiales con el que el líder espiritual ha soñado.
Para muchas abuelas de mi generación y otras pronto a serlo, la sarcástica e irrespetuosa frase profundizó el desencanto. Y es que pasaron 10 años desde que los procesos electorales eliminaron olímpicamente toda posibilidad de debate público. En la aciaga noche neoliberal, e incluso en tiempos de turbulenta transición democrática, los hubo y fueron memorables. Al igual que en muchos países vecinos, los debates presidenciales y vicepresidenciales despertaban la expectativa de la gente, no comparables con la final del mundial que se avecina, pero expectativa al fin.
Consciente de que en la Bolivia de Evo las instituciones patrocinadoras de los debates de antaño no gozan de su simpatía (Confederación de empresarios y Asociación de periodistas), ¿podríamos proponer que sea el Tribunal Supremo Electoral junto al Sistema de Universidades Publicas y los medios de comunicación estatales los nuevos patrocinadores? ¡Vaya ingenua proposición!, responderían mis comadres y colegas analistas.
Considero injusto y poco democrático que el Primer Mandatario prive a nuestros hijos y nietos, es decir a la nueva generación de electores, de tan pedagógico recurso de la deliberación democrática que los bolivianos comenzamos a cultivar tímidamente. Todo indica que Evo, al igual que cualquier candidato que compara la elección con un mercado electoral, optó por el consejo de que ningún candidato bien posicionado en encuestas debe arriesgarse a debatir con sus contrincantes.
Con la "Evolatría" viento en popa, ¿tiene sentido ponerse al nivel de sus contrincantes de carne y hueso? ¿Le conviene exponerse públicamente y afirmar sin sonrojarse que los bonos no fueron su idea y que la bonanza de hoy no fue sembrada en el pasado y que nada tiene que ver con la Ley de hidrocarburos promulgada por el finado Hormando Vaca Diez? ¿Podrá decir en voz alta que nada tienen que ver los precios internacionales con este tiempo económico extraordinario que alimenta el festín y la discrecionalidad plurinacionales? Sencillamente no, es preferible la cosmética de la propaganda que adormece.
Frente a este pesimista panorama para la salud del proceso democrático, sólo quedará el recurso nostálgico de las abuelas de contar un cuento, que desnudará las “cualidades personales” de quien, aspirando a la re reelección, pasa por alto el respeto y consideración que todas nosotras merecemos.
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