El Papa Francisco, preocupado por la situación en el mundo debido a la proliferación de los excesos en consumos, dijo que las trivialidades esclavizan al ser humano. La referencia puede aplicarse a muchos campos de la vida de la humanidad porque se ha perdido muchos valores y hoy existe la ambición de tener más sin importar los medios para conseguirlo. El Vicario de Cristo dijo que “algunas personas se nutren con el dinero, el éxito, la vanidad, el poder y el orgullo”, agregó que se ha olvidado que “el único alimento que sacia al ser humano es el que da Dios”.
A lo expresado por el Papa, bien se podría agregar que el hedonismo y los excesos sexuales, las drogas, el alcohol, el tabaco y otros medios que existen para destruir la salud corporal y mental de jóvenes, son también medios que esclavizan y anulan la voluntad de todas esas personas que, olvidando sus propias virtudes y principios, no vacilan en ingresar en los campos más brutales del hedonismo, tan sólo por la manía de encontrar placeres que duran minutos y que destruyen el resto de la vida.
Mucho se ha dicho en las últimas décadas sobre la urgencia de que sean las familias las salvaguardas de los valores del ser humano, labor que debe ser coadyuvada por la educación, el ejemplo y actitudes constructivas de quienes poseen poderes económicos, políticos y sociales; pero, lamentablemente, poco o nada se hace para defender a la niñez y la juventud de males que crecen conforme avanza el tiempo.
Si a todo ello se agrega el mal de la fabricación y venta libre de armamento, el problema adquiere dimensiones muy grandes y lo más grave es que los más perjudicados son las mujeres, los niños y los ancianos que viven una especie de desprotección a sus vidas y sus valores. La Iglesia Católica, conjuntamente todos los credos religiosos cristianos, podría ayudar a combatir los males del hedonismo, el consumismo, la avaricia y la sed de poseerlo todo, de satisfacer hasta los excesos más execrables en que ingresan muchas personas.
A nivel de autoridades, debe ser ineludible el deber de clausurar todos los sitios que promueven drogadicción, alcoholismo, prostitución y otros vicios que luego incitan a crímenes y delitos de toda clase. Mientras haya permisividad de las autoridades, especialmente para el funcionamiento de bares, cantinas y sitios de prostitución, será difícil poner freno a los excesos del hedonismo, que efectivamente esclavizan al ser humano y destruyen todas sus capacidades para ser elementos útiles a la sociedad.
Es importante que las autoridades hagan conciencia de las palabras del Papa que busca el bien del ser humano y, sobre todo, que haya una especie de apertura hacia los grandes y sublimes dones que proclama la palabra del Creador, que establece la necesidad del alimento material y espiritual para tener una vida digna.
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