En las últimas semanas, la población mundial ha vivido pendiente de las noticias de este gran evento deportivo que se repite cada cuatro años.
Este encuentro se convierte en la más grande fiesta mundial. Ahora, con los nuevos medios de comunicación que nos brinda la tecnología, el espectáculo está al alcance de la mayoría de la población: mediante la TV, los teléfonos digitales, la prensa. Interesa destacar algunas lecciones de este gran evento. Primero, es un espectáculo que une primero a los ciudadanos de cualquier nación con su equipo, todos pendientes de que el suyo logre la mejor posible, como un símbolo de “status” que el país ha logrado en esta materia.
Si nuestro equipo no ha formado parte directa del evento, nos identificamos con el continente, deseamos que los equipos de nuestra región sean los que destaquen, por eso los triunfos de Argentina, Chile, Colombia y esa extraordinaria Costa Rica, con su tenaz batalla hasta los octavos de final, nos hicieron vibrar de emoción, mostrándonos que en esta gran batalla no hay enemigo pequeño. Lo mismo, sin duda, ha sucedido con los africanos, los europeos y los asiáticos, todo un conglomerado de naciones por continente, que sienten los equipos de la región como los suyos. Aquí se impone lo nacional, no lo “plurinacional”.
El análisis de los encuentros no ha sido sólo tarea de los comunicadores deportivos, si no de personalidades de otros campos que se dan un tiempo para analizar las jugadas, para debatir sobre la importancia que le dan ciertos gobiernos al deporte, para analizar el entorno en el cual se han desarrollado estas verdaderas batallas por los puntos a conseguir o los conseguidos.
Uno aprende que eventos de esta magnitud requieren de una organización mundial, la FIFA, que establece las reglas a las que deben someterse los países, con objeto de ser los anfitriones. Anteriormente Sudáfrica y ahora Brasil han demostrado que se requiere hacer grandes inversiones, en estadios monumentales, en vías de acceso a los mismos, que es necesario embellecer los entornos, aunque haya la necesidad, como se ha visto en este caso, de desplazar algunos miles de personas de los entornos en los que normalmente viven. Hay que mostrar al resto del mundo que el país es amable con los miles de visitantes, tiene calidad de vida, como parecerían mostrarlo los estadios monumentales.
Pero lo más impactante para mí, es el hecho de que el juego se realiza bajo normas claras, mediante un árbitro y jueces de línea que están atentos a cualquier infracción que puedan cometer los jugadores. Esto es, hay un sistema judicial impecable, que obliga a que jugadores, directores técnicos y otros que acompañan el juego actúen dentro de normas de respeto y buena conducta. Lo cual no siempre se da en una gran cantidad de países y sociedades. Cuando se incumple una norma o hay violencia se la sanciona.
Pero, como es la naturaleza humana, hay también los “pecados”, se sabe de ciertas formas de corrupción que se dan en los contratos para hacer esas grandes obras, o la reciente denuncia sobre reventa de tickets con precios altos, por una persona vinculada la FIFA. ¿No nos parece todo esto, algo muy conocido en nuestros países?
Con la trágica caída del Brasil y el difícil desenlace entre Argentina y Alemania el mundial ha concluido con lágrimas de los derrotados y alegría de los triunfadores. ¡Viva el fútbol y sus emociones!
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