La política internacional sigue agitada por el derribo del avión de la aerolínea Malaysia en Ucrania y el consiguiente cruce de acusaciones entre el Gobierno ucraniano y los rebeldes pro rusos. El escándalo saltó ayer a las cancillerías de medio mundo. Desde muchas de ellas apuntaban directamente a Rusia por su apoyo a los rebeldes separatistas en el este de Ucrania a los que se culpa de haber lanzado el misil que abatió el aparato.
En Moscú, el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, negó que su país haya participado de alguna manera en el derribo del vuelo MH17 (Amsterdam-Kuala Lumpur) y advirtió que las acusaciones lanzadas por Kiev “son prematuras y pretenden ejercer presión sobre la investigación”. Por su parte, el Ministerio de Defensa ruso daba a entender que el disparo del misil que abatió la aeronave fue efectuado por el Ejército ucraniano. Por otro lado, Vladimir Putín se mostró más pacifista que nunca, quien pidió que en Ucrania debe ser restablecida la paz lo antes posible.