La moral pública ha ido sufriendo una serie de retrocesos frente a una ofensiva de algunos sectores sociales que han ido imponiendo la práctica de una serie de usos y costumbres inapropiados que en general han producido cierta forma de decadencia social.
Ese proceso de debilitación de los valores morales encontró, sin embargo, la resistencia de diversas instituciones y personalidades intentando, en esa forma, retornar a las buenas prácticas de la vida social y evitar la descomposición en las expresiones del lenguaje, la vida diaria, las actividades normales del individuo, etc.
En años recientes varias instituciones se han levantado contra manifestaciones de poca civilidad y, a la vez, han expresado opiniones que intentan poner fin a un proceso de visible deterioro ético. Igualmente, numerosas personalidades han manifestado la urgencia de entrar a un nuevo orden en las prácticas sociales.
Por ejemplo, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, promulgó una ley que prohíbe el uso de palabras malsonantes tanto en la vida pública de las personas, como en los libros y obras de arte, so pena de sufrir elevadas multas. Igual cosa ha dispuesto el actual Gobierno cubano a raíz de haber constatado que el uso de palabras obscenas ha alcanzado un nivel nunca conocido ni en tiempos más difíciles antes de la “revolución”. Medidas similares han sido dictadas en otros países.
En Bolivia -donde se dicta decenas de leyes sobre toda clase de asuntos- todavía no se ha considerado ese tema, aunque por una disposición constitucional está en vigencia un precepto moral de origen quechua que dice “no robar, no mentir, no ser flojo” que, sin embargo, es de escaso cumplimiento.
Al respecto es preciso recordar que el ex presidente de Francia Nicolás Sarkozy también se pronunció en ese sentido y criticó “la frivolidad y la hipocresía” y que es preciso oponerse a la idea de que “todo es igual, lo verdadero y lo falso, lo bello y lo feo, que el alumno vale tanto como el maestro”. Se pronunció también enérgicamente contra la creencia de “que la autoridad estaba muerta, que las buenas maneras habían terminado, que no había nada sagrado, nada admirable”.
Los notables conceptos morales de Sarkozy remarcaron la necesidad de acabar con el slogan de “vivir sin obligaciones y gozar sin trabas” y otros “que quisieron terminar con la escuela de excelencia y de civismo, que asesinaron los escrúpulos y la ética”. Criticó al mismo tiempo a “una izquierda hipócrita que permitía indemnizaciones millonarias a los grandes directivos y el triunfo del depredador sobre el emprendedor”.
Ampliando esa iniciativa moral el ex Presidente francés remarcó que “La crisis de la cultura del trabajo es una crisis moral y que hay que rehabilitar la cultura del trabajo”, prácticas de creciente avance por parte de elementos insociables. “Son esos que han renunciado al mérito y al esfuerzo, y que atizan el odio a la familia, a la sociedad y a la república. Hoy debemos volver a los antiguos valores del respeto, de la educación, de la cultura y de las obligaciones antes que los derechos. Éstos se los gana haciendo valor y respetando los anteriores”, subrayó.
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