Consumido el ocaso, una vez que la fiesta judía del Sabat comienza, decenas de bengalas lanzadas desde el cielo lanzan la sombra perpetua de la vigilia en Gaza y tornan la noche en día.
Como fuego de artificio, se desplomaban lentas acompañadas de un ruido atronador y decenas de resplandores en todos los contornos de la Franja.
Nadie sale, sin embargo, a verlas. Ni siquiera los niños, a los que suelen gustarles en las noches de verano los espectáculos populares pirotécnicos.
Ahmad, cinco años, sabe que cuando el cielo trona y las paredes tiemblan, debe esconderse en lo más profundo del regazo de su madre, sentados en la habitación junto al resto de su familia, con la única esperanza de que las bombas no alcancen su casa o la de sus vecinos en el barrio de Beit Lahia.
“Hemos resistido en casa todos estos días porque los aviones nos asustaban menos, pero la noche pasada fue la más horrible de mi vida. Los tanques estaban ahí, a la vista”, explica a Efe Manduh Salim, un agricultor refugiado en una de las ya abarrotadas escuelas gestionadas por la ONU.
“Mi mujer estaba embarazada la otra vez (que entraron las tropas israelíes por tierra, en 2009) y entonces huimos rápido. Mi hijo Saleh es la segunda vez que sufre este horror en sus ocho años de vida”, agrega, mientras indica a un niño desarrapado, sucio y asustadizo.
El jueves la situación se deterioró y el miedo a la muerte devino en pavor a no volver a ver la luz del día.
En torno a las 22:00 local, y tras diez días de bombardeos en los que murieron cerca de 250 personas, la aviación dio paso a infantería y caballería.
Decenas de soldados, acompañados por carros blindados, abrieron las verjas que desde hace siete años aislan Gaza y penetraron cientos de metros en la Franja, en tres direcciones.
Los del sur, hacia el denominado “Eje Filadelfia”, que conduce a la frontera con Egipto, hasta quedar apostados a escasos dos kilómetros tierra adentro, cerca del antiguo aeropuerto internacional de Gaza, destruido durante la operación terrestre previa (2008-2009).
Desde allí, abrieron fuego con intensidad contra las localidades de Jan Yunis y Rafah, vecina a la frontera, protegidos desde el mar y el aire.
Los del centro, en dirección a la localidad de Deir al Balah, hacia la carretera Salah e-Din, que conecta el norte y el sur de la estrecha Franja, y que los vecinos comenzaron a abandonar espantados al ver llegar los carros de combate.
Y los del norte, apenas setecientos metros frente a localidades como Beit Lahia y Beit Janun, escenario de potentes y repetidos ataques desde que hace 12 días Israel lanzara la tercera ofensiva contra Gaza desde que en 2007 el movimiento islamista Hamás asumiera su control.
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