Existen sectores políticos chilenos reacios a escuchar la demanda marítima boliviana. Son resabios, indudablemente, de la semi burguesía del Siglo XIX, que promovió la toma militar de nuestro Litoral, a fin de medrar con sus recursos naturales. Entre ellos hablan en coro algunos de creencia cristiana y otros seudo izquierdistas.
Éstos han endurecido su discurso en contra de nuestro recurso legal que radica, desde el 2013, en la Corte Internacional de Justicia de La Haya y por consiguiente asumieron actitudes displicentes, intimidatorias y de intolerancia, que no condicen con los tiempos que propugnan la integración regional y mundial, por el bien común, en paz social.
Parece que aún se nutren con el pensamiento político de Diego Portales que machaconamente hacía hincapié en que Chile debe “dominar para siempre el Pacífico…, ahora y ojalá fuera la de Chile para siempre”.
Pero ellos no representan a la mayoría del pueblo chileno que se siente defraudada, hoy como ayer, en cuanto a sus justas aspiraciones de alcanzar días mejores. En el marco de esta realidad se advierte la presencia de segmentos sociales que discrepan con la postura de quienes se niegan a escuchar el reclamo boliviano para recuperar soberanía en el océano Pacífico. Y consecuentemente se pronunciaron ratificando la solidaridad y el respaldo a la causa marítima boliviana que concita hoy la expectativa de quienes administran la justicia internacional desde la Organización de Naciones Unidas.
Lo cierto es que el pueblo chileno no ha originado la nefasta invasión expansionista de 1879, sino quienes representaban el poder económico de origen anglo - transandino. Es decir ciertos grupos privilegiados que se habían propuesto incrementar su patrimonio en desmedro de los sectores empobrecidos.
“La guerra, para la burguesía chilena era imprescindible e inevitable, porque su difícil erección y desarrollo dependía, no solamente de la absoluta sumisión del pueblo chileno a la dirección y gobierno de esa burguesía, sino a la ausencia de toda competencia desde el exterior, siendo por tanto intolerable la perspectiva de que con la Confederación Boliviano - Peruana pudiera este enorme país ingresar al proceso capitalista y surgir una fuerte y poderosa burguesía confederal en lugar de la débil feudalidad que gobernaba y conducía esos países” (Alipio Valencia Vega: “Geopolítica del Litoral boliviano”, 1982, pág. 315).
Por tanto los pueblos boliviano y chileno deben contribuir, con el intercambio de propuestas, iniciativas y criterios, a cerrar las brechas que se fueron ensanchando a partir de la invasión de 1879, a territorio nacional. Y reavivar las señales de unidad y entendimiento, en armonía, para avanzar en la magna tarea que significa la integración regional. Que la animadversión sea desechada, en definitiva, a fin de dar paso a la amistad y al afecto, que harán posible la construcción de un mundo renovado, con justicia y equidad. Y que la confraternidad se haga patente por un futuro mejor.
En suma: el pueblo boliviano reitera su respeto a quienes en el país vecino apoyan nuestra demanda marítima que es, indudablemente, justa.
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