Morris Clark
SYDNEY, (ANSA).- “Batman” hace escuela en Australia, donde brazos maternales y bien dispues-tos podrán adoptar un pequeño murcié-lago para cuidarlo durante sus treinta primeras semanas de vida, protegiendo así la especie de las dificultades que impone el progreso gracias a la ayuda de un valioso manual llamado “Cómo amamantar un murciélago”.
El manual se consigue en un centro de investigación situado en el corazón del bosque de Queensland, una zona que alberga tres especies de estos no tan simpáticos animales: el Pteropus Alecto, el Pteropus Scapulatus y el Pteropus Conspicillatus, llamado también y más fácilmente “zorro volador”. No es para menos, teniendo en cuenta que se trata de un de un megaquiróptero con una enver-gadura alar de hasta 106 centímetros.
En Madagascar los comen a la parrilla, pero en Australia se prefiere envolverlos maternalmente en pañales, literalmente hablando. El manual explica con lujo de detalles las etapas de crecimiento y propone a las madres adoptivas la reproducción artificial de otras tantas etapas hasta que el cachorro pueda desenvolverse libremente en su medio natural.
MURCIÉLAGO AL NATURAL
En la naturaleza los “zo-rros voladores” australia-nos cumplen un papel im-portante: se estima que el 70 por ciento de la fruta de los mercados del sudeste asiático depende de ellos para la difusión de las se-millas, ya que los murcié-lagos actúan como las abe-jas que diseminan el polen de las flores. Además son como “bom-barderos ecológicos” que expulsan en las heces las semillas de las frutas que comen, desparramándolas en zonas no forestales.
Como contrapartida, los agricultores los persiguen porque les destruyen las cosechas, pero está comprobado que los “zorros voladores” prefieren siempre los frutos silvestres y sólo recurren a los cultivados frente a la reducción de las zonas boscosas en su hábitat. La defo-restación, además, los deja sin sus árbo-les-dormitorio, donde las colonias de murciélagos se concentran en sectores protegidos de las pitones y las águilas (sus depredadores) por los machos adul-tos.
INSTRUCCIONES PARA CUIDAR UN MURCIÉLAGO
Si se encuentra un cachorro de mur-ciélago desprotegido y sin posibilidad de vivir en su medio, lo primero que debe hacer la madre adoptiva es calcularle la edad, según la medida de las articu-laciones presentada en una tablita. De eso depende la cantidad de alimento que se le debe proporcionar para garantizarle un perfecto estado de salud.
Como el murciélago no puede regular su temperatura corporal durante las pri-meras cuatro semanas de vida, y queda ligado a la madre tanto en el árbol como durante el vuelo para recibir calor y ali-mento, durante ese período tiene que permanecer envuelto en pañales en un cesto cálido relleno con paños de lana, mientras se alimenta gracias a una bote-llita de leche con cuentagotas.
Entre las seis y ocho semanas de vida, el murciélago ya se separa de su madre a la noche y queda colgado del árbol: de día la madre lo amamanta y la cría em-pieza a mover las alas. Por lo tanto, para tenerlo en casa “necesitará una red sobre la canasta, para treparse y ejercitar los músculos de las alas”. Pero la verdadera aventura se da entre las 10 y 12 semanas de vida, cuando el animalito empieza a volar y comer trocitos de fruta masticada por la madre.
A la nodriza adoptiva no se le pide que mastique también la fruta, pero sí que la incorpore en la dieta de su mascota. Y para los primeros vuelos, el murciélago necesitará de un ambiente espacioso pero cerrado: pronto estará listo para vivir independiente y ser puesto junto con otros jóvenes congéneres en una jaula de la cual serán finalmente liberados para formar una nueva colonia en la natura-leza.
Claro que el momento del vuelo habrá deparado previamente momentos inolvi-dables. Los pisos y las alfombras son las más expuestas al bombardeo con pro-ductos “ecológicos” como la orina y las heces; además hay que apagar los venti-ladores, evitar el tendido de cables eléc-tricos, tapar los frascos de champú, lo-ción, perfumes, detergentes y otros elementos líquidos del vampirismo de los pequeños murciélagos, que adoran succionar todo. . . con las imaginables consecuencias, que pondrían en riesgo la vida de estos pequeños seres de la noche.
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