La noticia de perfil
En esta época de “cambalaches”, perdón, de candidatos, hemos visto con asombro súbitos cambios de color político en importantes personajes o personajillos, que se libran en todo el país, cuando faltan pocos meses para las elecciones de octubre.
Así me lo hizo notar mi socia periodista y pariente espiritual, cuando esta mañana me daba a conocer los tejemanejes que se operan en nuestro mundo político.
Todo comenzó cuando la cholita cochabambina sin que yo se lo preguntase me reiteró que ella siempre había sido partidaria y fiel seguidora del señor Tuto Quiroga, porque había conocido al papá de éste (también llamado Tuto) y que sería fiel a ellos hasta el día en que tuviera que colgar las polleras para siempre.
Me gustó ese gesto de lealtad por parte de mi comadre y le dije: “La lealtad es una flor rara en nuestro país y así nos lo demuestran los muchos capítulos de nuestra historia, y por eso lo felicito, comadritay, prometiéndole que yo también permaneceré al lado de sus polleras hasta el día cuando yo tenga que entregar mi herramienta, después de que ésta ya no me sirva para nada...”.
Después de ese intercambio de loas y promesas, pedí a la cholita de Quillacollo hablar unos minutos acerca de aquellos a quienes llamamos en lenguaje popular, que es el nuestro, “los pasa-pasas”, o sea aquéllos que hasta ayer vitoreaban, adulaban o idolatraban a un caudillo equis y a los pocos días ensalzaban a otro a cambio de una diputación o una senaduría, o una gobernación, o una alcaldía o una concejalía o una subprefectura.
La cochabambina no se hizo de rogar, comenzando por decirme que la deslealtad política es detestable, aunque algunos teóricos elegantes nos dijeran alguna vez que “sólo se trata de una transferencia de lealtades”, tratando de minimizar la traición y la doblez.
Esa breve y elegante explicación en labios de una cholita nacida en Quillacollo me sorprendió y admiró, pidiéndole que me dijera algo más de los “pasa-pasas”, o sea de aquéllos que cambian de camiseta muchas veces, obteniendo una respuesta inesperada: “Aquéllos que cambian de camiseta política no lo hacen por hábitos de limpieza sino por cochinos, porque su nueva camiseta no es limpia ni ha sido lavada con ACE u otro detergente, lo cual me parece asqueroso y detestable”; si ellos dejan una camiseta y se cambian vistiendo otra que también está sucia, me está demostrando que se trata de un ciudadano muy cochino...”.
Esta lección de conducta política fue comprendida fácilmente por este periodista muy lerdo de entendederas, lo cual quiere decir que todos mis lectores que son muy inteligentes la asimilarán con toda facilidad y se unirán a la condena que formuló mi comadritay contra los numerosos “pasa-pasas”, protagonistas de estas últimas jornadas.
Nuestra conversación concluyó con un juramento doble de lealtad entre mi comadre Macacha y este servidor. Ni ella cambiará de periodista ni yo de comadre cholita.
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