El Beni es un excepcional departamento de Bolivia, de llanura bucólica con lluvias y nieve derretida durante casi toda la mitad del año, que proceden de las montañas del sur y del oeste. Ellas cubren como una alfombra de agua móvil e irregular, muy imprevisible en su dimensión y terminan por afluir a los ríos del norte del departamento, pertenecientes a la cuenca del Amazonas. Por la elevada temperatura, durante el resto del año se evapora el agua y emerge un profundo verdor de la vasta llanura, asemejándose a un desierto vegetal que permanece a menudo inundada y que es y será siempre una atracción para los investigadores.
Hasta no hace mucho tiempo se ha afirmado que los indígenas estuvieron en estas tierras desde antes de lo que se afirma o piensa; a juicio de los investigadores, su presencia fue numéricamente muy superior a lo que rutinariamente se cree. Esa presencia humana logró imponer su voluntad sobre el paisaje y en 1492, Cristóbal Colón desembarcó en un hemisferio absolutamente marcado por el peso de la humanidad que lo había habitado.
El Beni es un caso paradigma de antigua cultura; los indígenas que vivieron antes de la llegada de Colón construían caminos, puentes, canales, diques y terrenos elevados para el cultivo. Esta actividad no se reducía a una porción de nativos, sino que era el esfuerzo de cientos de miles de personas. Muchos investigadores y antropólogos creían que las tierras del Beni carecían de historia propiamente dicha y tuvieron que transcurrir muchas decenas de años para rectificar este dislate.
Los sirionos hablan una lengua perteneciente al grupo tupi-guaraní, familia lingüística más importante de Sudamérica, que hacen pensar con fundamento que llegaron del norte varios siglos atrás antes que los misioneros españoles. Estos grupos de habla tupi-guaraní, entre ellos los sirionos, atacaron al imperio inca en los comienzos del Siglo XVI. Aún no se sabe certeramente la causa del desplazamiento de los sirionos, aunque el motivo básico podría ser simplemente que el Beni estaba entonces escasamente poblado. Estos orígenes de los habitantes que prepararon el terreno con puentes, canales, caminos y campos elevados para el cultivo, datan o se remontan a más de tres mil años, siendo una sociedad prehistórica que creó uno de los entornos naturales más amplios, extraños y de ubérrima ecología que jamás se han dado en el planeta y diseñada por seres humanos. Ahora recién los estudiosos y antropólogos científicamente consideran al paisaje del Beni como una de las mayores obras de arte de la humanidad, obra de arte que hasta ahora era completamente desconocida.
El núcleo poblacional más cercano al Beni era el entorno del lago Titicaca, una masa de agua de más de ocho kilómetros cuadrados, y también se afirmaba que esa tierra desolada, gélida, era definitivamente el último lugar en se podría dar por hecho que se hubiera desarrollado una cultura. Lo cierto es que ese imponente lago y sus alrededores son templados y la tierra circundante es la menos expuesta a las heladas de las zonas altas; así comenzó uno de los asentamientos que floreció después del año 800 con el drenaje de los bofedales que flanqueaban los ríos. Mil años después las poblaciones habían crecido hasta la cúspide de ser sede de un extenso sistema de gobierno, una ciudad-estado llamada Tiwanaku. Alrededor del año mil la ciudad tenía una población de 120 mil habitantes, junto con un cuarto de millón de los campos circundantes. Estas cifras envidiaría París, por ejemplo, que tardaría todavía cinco siglos en alcanzarlas.
Con todo lo expresado en una forma razonable de resumir, lo sucedido en el Beni es que, por fin, ha comenzado a colmarse una de las mayores lagunas de la historia antes de 1492, estableciendo, según los avances de los conocimientos actuales, que se trataba de un lugar próspero, rico en historia, de asombrosa diversidad, con cúmulo de lenguas y cultura notable, comercio nutrido, es decir una región donde centenas de miles de personas amaban y odiaban como cualquier lugar en el mundo y buena parte de ese mundo se evaporó después de Colón, exterminado por las enfermedades traídas de Europa y por el sometimiento a los colonizadores.
El autor es Abogado Corporativo, postgrado en Arbitraje y Conciliación, Presidente de la Sociedad de Escritores de Bolivia.
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