Cuando “el partido” se sirve, no sirve al país



En la historia de la humanidad, cuando los regímenes de gobierno no cumplen debidamente sus deberes y responsabilidades y no actúan con la suficiente honestidad y conciencia de país, dedican su tiempo y servicio a intereses personales, de grupo o “del partido” político que los encumbró en el poder. Esta es una realidad que han vivido especialmente las naciones del Tercer Mundo y, con ello, no han hecho otra cosa que agravar los males y empeorar la pobreza.

Es una realidad que hemos vivido muchas veces en Bolivia y el resultado ha dado un convencimiento: cuando el partido se sirve, no sirve al país, porque más han valido los intereses sectarios que las conveniencias nacionales; se ha descuidado totalmente los negocios del Estado y se ha visto hasta con indiferencia política la educación, la salud, la vivienda y las condiciones de subsistencia alimentaria de la población.

Si se hiciese un balance de cuánto se han beneficiado los diferentes partidos que han pasado por los Poderes del Estado y hasta por posiciones institucionales, se llegaría al convencimiento de que han sido muchos y variados los beneficios que han logrado a costa de la confianza, esperanzas y expectativas del bien común: muchas veces se ha visto el enriquecimiento de personajes que, teniendo poder lo han utilizado en beneficio propio mediante la corrupción, el nepotismo, la satisfacción de ambiciones y el manejo discrecional y festinatorio de los bienes financieros del país.

Hay que convenir en que generalmente han ingresado en la pendiente del aprovechamiento los adictos y áulicos de los llamados regímenes “revolucionarios” que, en nombre de la revolución y “porque ésta requiere de esfuerzos y sacrificios para cumplir sus objetivos”, todo se ha derivado en lo secundario, en lo nimio, en lo que poco o nada interesó a la colectividad; normalmente, los presupuestos nacionales han servido a fines contrarios a lo planificado y se ha descuidado obras de bien común que eran urgentes.

Innegablemente, las políticas del “dejar hacer y dejar pasar” han sido pretexto para no combatir la corrupción que siempre tuvo muchas caras, como contrabando, narcotráfico, nepotismo, oportunismo, permisividad con delincuentes que han causado daño a la sociedad, y otros males que el país tuvo que soportar. Y todo esto en la mentalidad de las cúpulas superiores de los gobiernos, con el tinte de “democracia y goce de las libertades y los derechos humanos” que, en realidad, han sufrido lo malo que se hizo.

En toda situación, lo correcto sería que los dirigentes de la política partidista tengan en cuenta que “el partido” debe ser el medio para servir y no de auto-servicio, olvidando los deberes que implica la militancia partidista. El partido debe servir y no servirse del poder confiado a los partidos políticos en todo proceso electoral y bajo las condiciones de honradez y responsabilidad.

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