Desde el año 2006, nuestra producción de muchos rubros de la economía ha bajado considerablemente; pero nos jactamos, a nivel gubernamental, de haber subido en gran forma la producción en el país y que de ahí provienen las reservas financieras internacionales con las que se cuenta. Lo cierto es que nada o poco hemos subido en la producción y, al contrario, muchas industrias medianas y pequeñas se han cerrado, la producción de alimentos ha disminuido notablemente, la misma producción minera ha bajado en algunos aspectos; sobre la producción petrolera se puede decir muy poco, pero, en general, la producción de petróleo ha disminuido; en relación con el gas, nos hemos mantenido, más o menos, en 60 mil M3 diarios.
La verdad es que los recursos financieros del país provienen de los precios internacionales que rigen en el mercado; no proceden, en modo alguno, de nuestra producción. Para ejemplo, habría que ver dos casos, el gas hasta el año 2005 tenía un precio de 0,90 centavos de dólar el M3 y ahora $us. 10 y más; el estaño tenía una cotización de $us. 4 a 4,50 por libra fina y, ahora, casi siempre arriba de los $us. 10 por libra fina. ¿Cuánto ha significado todo esto en nuestra economía? Mucho, y no para vanagloriarse de producción alguna; resulta, en realidad, una especie de reclamo por no haberse producido más.
Desde hace tres años, más o menos, hay demanda de muchas materias primas en el mundo y no faltaron las sugerencias en sentido de producir más y esa recomendación está dirigida justamente a los países pobres y subdesarrollados como el nuestro; pero, ¿qué hicimos al respecto? Nada. No hemos sabido aprovechar los altos precios de las materias primas que pudimos haber producido.
Seis años se esperó para la aprobación de la Ley de Inversiones, ley que hoy sufre ciertas falencias mostradas claramente por los empresarios privados; en otras palabras, no puede ser puesta en vigencia y, si así fuera, las inversiones extranjeras especialmente, no tardarían horas en hacerse efectivas, tardarían mucho tiempo y, hasta que se implementen en realizaciones con los capitales financieros, tecnológicos y humanos, se tardaría mucho. ¿Cuál sería nuestra realidad si desde el mismo año 2006 aprovechábamos la vigencia de altos precios? También se espera por la Ley de Minería y Metalurgia, otros tantos años.
Ahora, surgen algunos razonamientos: ¿a cuánto llegaremos en las reservas internacionales? ¿Cuánto habremos pagado en los próximos cinco años de nuestra deuda externa y deuda interna? ¿Qué ocurrirá si los precios internacionales del gas y de minerales bajan? ¿A cuánto se reducirán nuestros ingresos, habida cuenta de que gas y minerales resultan el máximo de nuestras exportaciones? El caso es para pensar y analizar serenamente. ¿Será posible detener, entretanto, los gastos dispendiosos e implantar políticas de ahorro y previsión? ¿Dejaremos de gastar hasta lo que no tenemos porque lo habido está hipotecado por las mismas deudas?
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