La vida económica del país se encuentra polarizada por la práctica impertinente de un sistema de protesta por parte tanto de organismos sociales como de dependencias del Estado, mediante un sistema consistente en bloqueos de calles, caminos y toda clase de vías públicas.
Ese problema, ya institucionalizado, que dura varios años, ha alcanzado nivel nacional y no sólo aumenta en cantidad, sino en calidad, pues sus manifestaciones son cada vez más agresivas y violentas y han llegado al nivel de la irracionalidad.
Esos bloqueos de grupos particulares y de oficinas del Gobierno paralizan la actividad de ciudades enteras y significan enormes e irreparables daños económicos para instituciones y personas sin que, por lo demás, tengan posibilidad de desaparecer.
Pero lo que además agrava esta inaudita cultura de bloqueos, paros, actos festivos, etc. en vías públicas a cargo de comerciantes, cooperativistas, obreros, amas de casa, agitadores de barrios y otros, es que dichos grupos no son los únicos que protagonizan estos desmanes, sino también se suman deliberadamente a estos actos anárquicos, diversos organismos del Gobierno que, además, no sólo permiten y alientan este tipo de conflictos y festejos, sino que también añaden su intolerancia en las acciones callejeras y, así, en conjunto, crean un ambiente negativo de grandes proporciones.
En efecto, en esa forma, dependencias del Estado, en vez de mantener el orden, la tranquilidad de la ciudadanía y hacer cumplir disposiciones legales, lo que hacen es engrosar esa cultura del caos realizando bloqueos que contribuyen a crear un ambiente de anarquía de grandes proporciones.
En efecto, mecanismos del mismo Estado se han constituido en los principales bloqueadores de las vías públicas y centros urbanos, haciendo exhibiciones con gran despliegue de fuerzas que superan en todo sentido los bloqueos de sindicatos, gremios, choferes, cooperativistas, amas de casa, etc., vale decir que se incorporan poco menos que complacidos a agravar esa clase de problemas.
Las formas cómo el Gobierno aporta a ese sistema de parálisis de los bloqueos urbanos se encuentra en los desfiles y manifestaciones que realizan algunas de sus dependencias, que sin el menor empacho aparecen en horas de mayor actividad en plazas y calles céntricas para celebrar episodios políticos o históricos de mínima cuantía, oportunidades que sirven para cerrar inclusive avenidas y crear verdadero caos y alteración total del orden público.
Sin ir lejos basta citar entre los casos de la infracción estatal al principio del “vivir bien”, el acto que se realizó el jueves pasado en la plaza Venezuela -celebrando el aniversario natal del Libertador Bolívar-, evento en el que altos representantes del Estado, fuerzas militares, policiales, empleados públicos, cuerpo diplomático y varias entidades estatales bloquearon el corazón de la ciudad durante varias horas, produciendo una inimaginable congestión vehicular, sin que los protagonistas de ese incalificable despliegue tengan la menor lástima ni comprensión de lo que estaban haciendo de manera deliberada en contribución consciente a la cultura de los bloqueos.
En síntesis, se puede decir que las autoridades del Estado se han convertido en causantes de creciente desorden social, pues en vez de mantener la tranquilidad social, aportan con sus efectivos a la ola de desorden callejero que ha convertido a la ciudad de La Paz en un verdadero pandemónium.
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