[Eric Cárdenas]

La oposición estulta


El ser humano por su capacidad de raciocinio (no siempre acertado), desde que en los tiempos remotos se constituyó el primitivo Estado, la tribu, en la que aparece ya con un carácter de institución el poder o autoridad, ha discrepado ante las decisiones o políticas de ésta, de tal manera que se estableció la oposición al gobierno.

En el sistema de gobierno de la sociedad organizada en Estado, la democracia, el ejercicio del poder por los representantes del pueblo, tiene dos aspectos, uno el de los que ejercitan el poder político del Estado, es decir los administradores de la cosa pública o lo que es de todos, y el otro, el de los que representan a la minoría que debe fiscalizar los actos de la mayoría o sus representantes. A estas dos categorías del poder se denomina oficialismo (gobierno) y oposición (fiscalizadores), de tal manera que en democracia ambas categorías hacen el poder, los oficialistas en el Órgano Ejecutivo y los opositores en el Órgano Legislativo, que es el que elabora las leyes y fiscaliza. Si no hay oposición, no hay democracia.

En nuestro país a partir del año 2006, cuando asume el poder del Estado el Movimiento Al Socialismo (MAS), se produjo una crisis en el liderazgo de las corrientes políticas que perdieron en las elecciones de fines de 2005. Además el gobierno por su política de conseguir el poder hegemónico, se encargó de perseguir y destruir los restos de la dirigencia opositora al socialismo del Siglo XXI, acusándolos de neoliberales (como si esta corriente fuera delictiva), derechistas (para distinguir a los no comunistas y sus variantes), vende patrias (debido a los procesos de privatización de las empresas del Estado, que fue la política de casi todos los países en los años 90, y que en la explotación de hidrocarburos sigue vigente) y otros adjetivos, de tal manera que el régimen de los socialistas comunitarios (variante lingüística para no decir comunistas), en buena medida dejó de ser auténticamente un régimen de gobierno democrático, convirtiéndose en una democradura.

La democradura es un régimen de poder que disfraza una dictadura en democracia, pues no existe división de poderes y todos los órganos y poderes del Estado los controla el grupo gobernante; el estado de derecho o cumplimiento estricto de la ley es dejado de lado, y el grupo de poder se pone por encima de la ley; la oposición política es casi inexistente; los derechos y libertades de expresión, prensa y opinión son restringidos; el partido se convierte en Estado y éste de propiedad de una o dos personas; la justicia es convertida en un órgano de represión a los disidentes y opositores; el manejo y administración de los recursos públicos está al margen de las leyes de administración y control fiscal; el despilfarro es la política vigente, etc., etc.

Las organizaciones partidistas que lograron sobrevivir a la política hegemónica del gobierno de los cocaleros, y algunos movimientos sociales, en vista de las elecciones que deben efectuarse en virtud de los mandatos constitucionales -más como una formalidad jurídica constitucional que como realidad, pues el actual gobierno ha manifestado, en palabras del caudillo presidente, que llegaron al poder para quedarse para siempre-, recibieron el encargo de más de 64% de encuestados para que se unieran en una sola fórmula electoral, y así permitir al ciudadano elegir un gobierno sólido en las urnas.

No obstante las declaraciones sobre buscar la unidad, etc., a la hora de presentar candidaturas parece que primó más el personalismo que una lectura de la realidad y se presentaron 4 candidaturas de oposición, a sabiendas de que al dispersar el voto, ninguna de ellas tendrá éxito, y es probable que sólo una represente al elector opositor al actual gobierno; sin embargo las otras aunque con esmirriada votación restarán votos necesarios para una justa electoral equilibrada.

Las encuestas de opinión de los últimos días una vez más han ratificado que una sola candidatura opositora tiene posibilidades de obtener una votación que importe ciertamente el sentir de importantes sectores sociales, en especial de clase media, de críticos a las políticas del régimen, las otras 3 con escasísima votación. Sin embargo, ante esta realidad que ya se la conocía, persisten en favorecer al oficialismo y de esta manera convertirse en sus mejores aliados, restando votos a una alternativa opositora real, es decir que asumen una postura estulta (necia).

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