El Gobierno entregó computadoras a los docentes del país, pero sin que éstos hubiesen recibido preparación para el uso del instrumento y menos sobre los métodos para su mejor aplicación pedagógica. Hace poco el Gobierno ha instalado una ensambladora con la que pretende dotar de computadoras a los estudiantes, a partir de los primeros años de secundaria.
La entrega ha sido presentada con el rótulo de una revolución educativa sin precedentes internacionales. Sin embargo, la bandera a cuadros fue bajada cuando los competidores nos llevaban enorme distancia. Uruguay inició la carrera en 2006 cuando el presidente Tabaré Vásquez anunció que todo niño y cada profesor de las escuelas públicas recibiría una computadora, iniciando el cumplimiento el 2010. No obstante ser un gobierno de izquierda había acogido una iniciativa generada en Massachussets (USA). Dejando de lado la demagogia encomendó a los docentes entregar personalmente el obsequio a sus alumnos; las computadoras no hacían referencia alguna al Gobierno y tampoco tenían estampada la imagen de Tabaré Vásquez. El presidente Mujica completó la tarea iniciada por su predecesor.
El Perú hizo lo suyo de inmediato, adelantando la entrega de unas 44.000 laptop y, al igual que Uruguay, empezó por experimentar en un pequeño pueblo rural, con resultado alentador. A punto seguido, 595.000 escolares recibieron el beneficio y a la fecha se ha debido cubrir la totalidad de la población escolar de tres millones.
Sin planificación cualquier proyecto corre el riesgo de fracasar. Pronto se verá en nuestro medio que no basta la entrega pura y simple y otro tanto puede ocurrir con los escolares. El Uruguay tropezó con dificultades por no haber capacitado previamente a los docentes y adecuado la pedagogía al cambio. La computadora no debe satisfacer solamente la curiosidad informativa general, sino convertirse en complemento importante en el proceso enseñanza-aprendizaje.
En ese sentido, las máquinas llevan incorporados programas educativos que deben ser objeto de análisis científico como se hace en el exterior; también ser purificados de arrebatos ideológicos dirigidos. Los programas educativos que incorpore la ensambladora nacional Quipus, deben ser sometidos a los criterios de la opinión pública y de pedagogos independientes y no sólo del Gobierno.
El avance innovador requiere mecanismos de control y evaluación permanentes a cargo de un organismo oficial, empero debe ponerse a tono con la participación ya indicada, por cuanto la Educación es un interés colectivo y democrático y no un coto cerrado de los gobiernos. Lo conocido hasta el momento lleva a suponer que no se ha pensado en aspectos tan fundamentales como los enunciados.
Recurrir a la imitación con fines políticos y más aún en tiempo electoral obsequioso como el presente, no es tomar en sus debidos términos el empleo de un instrumento tecnológico que, bien empleado, puede servir a la superación de los bajos niveles educativos del país. Se hace necesario actuar “disrruptivamente” como se lee en el libro ¡Basta de Historias!, de Andrés Oppenheimer, entre otros, es decir, romper con las rutinas didácticas para el mejor aprovechamiento de los educandos.
Por aquellos años, el Brasil se sumó a la carrera con la fuerza de sus ricos recursos y la Argentina no fue excepción. El Gobierno Federal fue secundado de inmediato por las Intendencias o alcaldías, al paso que en Nicaragua, Paraguay y Haití, fundaciones privadas tomaron a su cargo el mismo camino. La enorme motivación despertada en toda Latinoamérica, dejó atrás a países de África y Asia en esta dotación. El BID prevé que hacia el 2015 unos 30 millones de niños y jóvenes serán destinatarios del elemento tecnológico en cuestión en Latinoamérica.
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