“El sábado 6 de agosto de 1825, Bolivia comenzó su vida… estaba en el umbral de una terrible y espantosa historia”. No sólo eso, para llegar a ese momento tuvo que atravesar muchos años de tragedias y dificultades que fueron traumas imborrables para su futuro y duran hasta el presente.
La gestación de Bolivia como nación económicamente independiente y soberana políticamente comenzó contra las imposiciones financieras de la Corona española, a partir del levantamiento del mestizo Alejo Calatayud en Cochabamba (1730), al que siguió en magnitud la del indígena Túpac Katari, acciones que, sin embargo, por falta de conocimiento de lo que ocurría, sólo recargadas de espontaneidad (que siempre degenera en terrorismo) terminaron en el fracaso y sólo sirvieron para que los colonizadores ajusten aún más sus clavijas de la opresión.
Ese esfuerzo de rebelión fue superado por los levantamientos de grupos de clase media, artesanos y trabajadores de los centros urbanos, que pudieron resistir el poder del Coloniaje y establecer en forma consciente las bases para la creación de la Nación, intento en el cual tampoco tuvieron éxito, pese al costo de la vida de la totalidad de los líderes.
Esa derrota originó la Guerra de los Quince Años, cuando las guerrillas ocuparon, de un extremo a otro, todo el territorio del Alto Perú, pero también fueron derrotadas una tras otra, hasta quedar sobreviviendo solamente la republiqueta de Ayopaya, que llegó invicta al 6 de agosto de 1825, afirmando que los pueblos del Alto Perú no querían pertenecer a Lima ni a Buenos Aires.
En esa forma, tras una dificilísima gestación y pese a la oposición del Libertador Bolívar, fueron creadas las bases materiales para la fundación de la Nación boliviana. Finalmente, la Asamblea Deliberante gestada por el Decreto de 9 de febrero de 1825, fundó la nueva Nación y, enseguida, la Asamblea Constituyente creó el Estado boliviano, sus símbolos, su moneda y sus principios jurídicos y políticos.
La larga lucha por la independencia del dominio de la metrópoli había terminado con alto costo. Sin embargo se abría otra, tanto o más difícil que la anterior, pues la nueva nación era la presa codiciada de sus vecinos que querían repartirse entre ellos cual botín de guerra. Aparte de las crisis internas, Bolivia sufrió invasiones militares extranjeras y presiones internas de todo tipo, con el fin de asfixiarla en la cuna. Pero la vitalidad del nuevo organismo, su seguridad por existir y su confianza en su propio destino para formar parte igualitaria en el concierto de las naciones, no se las pudo extinguir en forma alguna.
Así, Bolivia salió adelante mostrando siempre vitalidad y optimismo, a pesar de grandes dificultades internas, como los experimentos de uno u otro tipo que quisieron aplicarle cabecillas arbitrarios y prepotentes tan alejados de la realidad como los tradicionales enemigos de esta nacionalidad destinada a llegar, inevitablemente, a las más altas cumbres de la libertad y el progreso.
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