Al cumplir nuestra Patria, la República de Bolivia, 189 años de vida, sólo corresponde reiterar propósitos siempre formulados y pocas veces cumplidos: darle amor pleno y sin reticencias, verla, servirla y conducirla con honradez y responsabilidad; buscar su desarrollo y progreso; combatir los males que la aquejan, como son la pobreza y el subdesarrollo, la corrupción, el narcotráfico, el contrabando, la inmoralidad; fortalecer y respetar su institucionalidad a través de cumplir a conciencia la Constitución y las leyes; encontrar y aplicar los mejores sistemas de educación y salud para el pueblo; obrar todos con moralidad practicando virtudes que se hagan valores y principios.
Muchas veces, a nivel de la política partidista, se ha prometido esos comportamientos; pero la realidad de los hechos ha mostrado caminos y metas diferentes, porque más han podido los intereses subalternos, las conveniencias político-partidistas y las ambiciones personales de quienes tenían el deber de cumplir con esa especie de decálogo y que desestimaron tan sólo por ejercer el poder por el poder mismo aplicando las políticas del “dejar hacer y dejar pasar”.
En 189 años de vida -salvo pequeños lapsos excepcionales- se ha olvidado la enseñanza del Libertador Bolívar y que debieron ser práctica permanente en el ejercicio del poder. Una de esas lecciones es categórica y terminante para ser cumplida por gobernantes y gobernados y que fue dirigida al Congreso de la República el año 1828: “Considerad legisladores que la energía en la fuerza pública es la salvaguarda de la flaqueza individual, la amenaza que aterra al injusto, y la esperanza de la sociedad. Considerad que la corrupción de los pueblos nace de la indulgencia de los tribunales y de la impunidad de los delitos. Mirad que sin fuerza de la ley no hay virtud y sin virtud perece la República. Mirad, en fin, que la anarquía destruye la libertad y que la unidad conserva el orden”.
Sabias y previsoras palabras que deben ser normas de conducta y que resultan garantía para los pueblos; son lecciones sublimes expresadas como homenaje a la Patria; imposiciones que se aceptan digna y voluntariamente, normas que se deben acatar y respetar porque parecen emanar de los mismos mandamientos de la Ley de Dios. Lamentablemente, no han sido cumplidos siempre, sea por la presión de la corrupción o por olvido de virtudes y valores hechos principios y que no tuvieron para su aplicación la fuerza de las leyes, dándose paso a la fuerza de la anarquía, la desunión y la falta de conciencia de país.
En fin, mucho se complotó contra los intereses nacionales, inclusive dándose paso a la carencia de virtudes, al reinado de la anarquía y a la discordia que fueron cimiento para restarle fuerza a la Constitución y a las leyes, dándose lugar a la presencia de gobiernos retrógrados y dictatoriales que le restaron a la República mucho de su vigor, su fuerza, su unidad, su integridad y su capacidad para salir de la pobreza, una pobreza en la que fue sumida por los propios habitantes del país, por no haber cumplido los mensajes de los libertadores.
Estamos a pocos meses de un proceso de elecciones que permitirá elegir gobernantes e integrantes del Poder Legislativo para que, desde enero de 2015, tomen las riendas de la República, entretanto y luego en ejercicio del poder, se podrá medir la virtud de esos hombres y de los que queden en el llano y, a través del comportamiento de ellos, se podrá ver hasta dónde hay vocación de renunciamiento, servicio y entrega a las causas de la Patria.
Innegablemente, desde este 189 aniversario de la independencia nacional, se podrá sopesar las intenciones, condiciones de renunciamiento, virtudes y valores de los partidos políticos que, es de esperar, renuncien a lo que los caracterizó en el pasado: abuso y ejercicio demagógico del poder por el poder, ambiciones ilimitadas, soberbia y petulancia, carencia de humildad y caridad con la patria y su pueblo. Los que resulten elegidos deberán actuar de acuerdo con sus propias prédicas; pero, en todo caso, sería constructivo y oportuno que tomen en cuenta y práctica las enseñanzas del Libertador Bolívar haciendo que la fuerza de la ley impere en sus actos de servicio; que el amor sea condición de respetar y buscar las mejores condiciones de vida para el pueblo; que la anarquía, el contrabando, el narcotráfico, la corrupción y otros males sean desterrados en aras del bien común.
La Patria, como siempre, espera mucho de quienes asuman situaciones de poder y que éste sirva para servir y no servir a intereses de partido o personales que tanto daño han hecho.
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