Eudoro Galindo Anze
Es oportuno precisar que el “Estado” es la unidad de un pueblo en su territorio, y que está integrado por varios mecanismos llamados “órganos”, que fueron creados para resolver los problemas de la vida en sociedad. El buen manejo de dichos “órganos” conduce a los pueblos a vivir en libertad, con justicia y en prosperidad, determinando que esas naciones se hagan fuertes y sus pueblos vivan en paz y fraternidad.
Cada órgano del “Estado” constituye por sí solo un cuerpo con funciones precisas y modos particulares de cumplirlas. El “Estado” es en consecuencia, la suma de múltiples sistemas de la vida individual y colectiva. El “Gobierno” es el órgano encargado de administrar los bienes públicos pertenecientes a toda la “nación”.
En el sistema democrático el Presidente de la República es el Jefe de Gobierno y Jefe de Estado como en el caso boliviano. Es el primer hombre de su nación, quien en el momento de haber sido elegido entre todos los que se presentaron para ejercer la presidencia, era el personaje más conocido y respetado por la mayoría de sus conciudadanos. En mérito a esa “confianza” sus conciudadanos le encomendaron la administración de los intereses del “Estado”.
Las Reglas de Oro que un gobernante debe observar en una democracia son muy claras y precisas: 1) respetar la alternabilidad y períodos de mando en el ejercicio del poder, 2) respetar equilibrio y control mutuo entre los órganos del Estado, 3) conducir el buen gobierno de la mayorías, garantizando los derechos de las minorías 4) garantizar las libertades y derechos de todos en el arco de la ley y el estado de derecho; y finalmente 5) respetar el derecho de elegir y ser elegido de todo ciudadano debidamente habilitado.
La incomprensión, desconocimiento o violación de las Reglas de Oro mencionadas constituyen una tácita negación de los principios fundamentales de la democracia, puesto que cuando uno de los órganos del Estado decide manipular el órgano electoral, y legislar para perpetuarse; interferir en la administración de justicia, asumir un control absoluto sobre los recursos nacionales y dominar las mentes y los estómagos de sus pueblos, avanzando día a día en el camino al despotismo. Como advertía el filósofo Lord Acton, “el poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
Puesto que la evidencia histórica demuestra que cuando impera la confusión entre Estado, Gobierno y gobernante, quienes ejercen el poder político adoptan posturas dictatoriales y el ciudadano se convierte en un ser desdichado, dependiente y sometido, ese perverso ordenamiento social conduce a una cultura de imposición y arbitrariedad, por un lado, y de dependencia y evasión, por el otro, con lo que se crea un clima de confrontación permanente que, en nombre de la “revolución”, que en las palabras del Libertador Simón Bolívar, “nutre a los tiranos de todos los colores y razas”.
La impostura democrática que ignora una o todas las Reglas de Oro de la Democracia, es la reafirmación del despotismo oscurantista, que desde el despertar de la civilización siempre ha desnudado al perverso reino de la tiranía.
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