Kabul.- El próximo presidente afgano se decide muy despacio en unos hangares de Kabul, donde se auditan los 8 millones de votos de unas elecciones eternas en las que la interpretación de una marca en una papeleta condiciona el futuro del país.
La validez o no de esa marca -la típica “v” alargada de “correcto”- en cada sufragio ha paralizado el recuento en multitud de ocasiones, en las que los representantes de ambos candidatos, Abdulá Adbulá y Ashraf Gani, han llegado incluso a las manos para defender su postura.
La auditoría de los 8,1 millones de votos depositados en la segunda vuelta de los comicios presidenciales del pasado 14 de junio “sigue su curso normal, aunque algunos días se para por las disputas entre los equipos de los candidatos”, comenta a Efe uno de los responsables del recuento en los hangares, Zemarai Qalamyar.
La decisión de revisar el 100% de los votos se tomó hace un mes con la mediación del secretario de Estado de EEUU, John Kerry, después de que Abdulá se negara a aceptar los resultados preliminares que otorgaban a Gani el 56,44% de las papeletas.
Abdulá denunció “un fraude a escala industrial” amañado por Gani, el presidente saliente, Hamid Karzai, y la Comisión Electoral; por lo que el 17 de julio comenzó la auditoría de todos los votos tras el compromiso de aceptar los nuevos resultados.
Los 1.278 observadores que controlan el proceso, unos 900 afganos y el resto extranjeros, no se ponen de acuerdo sobre qué sufragios cuentan o no, en especial los representantes de los candidatos, pese a que las papeletas son bien sencillas.
En ellas se ve claramente que hay que poner la conocida “v” alargada de “correcto” en la casilla de Abdulá o de Gani, identificados por sus respectivas fotos.
Pero el problema surge cuando se abre una urna y van apareciendo votos que evidencian que la marca es de una misma persona en varias papeletas, con lo que los defensores de cada candidatura empiezan a enzarzarse hasta el punto de que se tiene que parar el recuento.
En otros casos no aparece la marca, sino la firma del votante, lo que añade otro motivo más a la interminable disputa que alarga el proceso pese a los intentos por alcanzar un consenso promovidos por Naciones Unidas, que estableció una normas para la auditoría.
Unas reglas que los observadores de la ONU, la Unión Europea y varias entidades afganas intentan que los partidarios de Abdulá y de Gani respeten no solo cuando les conviene.
La Policía afgana y seguridad privada controlan el acceso a cada nave, lo que no evitó que esta semana se llegara al enfrentamiento físico dentro de uno de los hangares en la disputa por un voto, en una pelea difundida por la televisión local.
Las miles de cajas con las papeletas depositadas el día de la votación, pese a la amenaza de los talibanes contra todo aquel que participara en las elecciones, jalonan los hangares.
Más de 22.000 urnas, según Oalamyar, ya están en Kabul, procedentes de 33 de las 34 provincias afganas, de las que 4.367 ya han sido auditadas.
De ocho de la mañana a ocho de la tarde, todos los días en que no está parado el recuento, los observadores se reúnen alrededor de medio centenar de mesas para analizar los sufragios.
Unos doscientos equipos, en dos turnos, estudian cada caso, aunque se espera llegar a los trescientos para agilizar el trabajo.
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