Con sorpresa y gratamente impresionados disfrutamos de la Gala Lírica organizada por el Círculo Femenino del Club de La Paz, el 24 de julio, como un homenaje a las Fiestas Julias, ofrecida en el espacioso salón de este club.
Cautivó a los asistentes el elevado nivel alcanzado por los integrantes de la Compañía Lírica Boliviana, con interpretaciones impecables de arias, duetos y de conjunto, de óperas de Mozart, Rossini, Donizetti, Puccini, Verdi, Bisset, Gounod, Offenbach, Delibes y en la canción O sole mío, de di Capua. No fue una velada corriente, sino la presentación de un bell canto, ya de refinada perfección, a cuyo deleite no estamos acostumbrados en nuestro medio. Pero ahí estuvieron, resplandecientes en sus melodías, llenando de emoción nuestro espíritu.
La mezzosoprano Sofía Ayala se lució con las bellas melodías de Una voce poco fa y la Habanera; Diana Azero, impecable, nos extasió con O mío babbino caro, en O sole mío y en Chanson de Kleizach; en tanto que Susana Renjel deleitó en La Traviata y en Romeo et Juliette; espectacular Marcelo Aguilar en el Toreador con voz potente y vibrante; y fue un deleite escuchar a José Luis Duarte en una Furtiva Lágrima y Recóndita Armonía.
No cabe duda que nuestros artistas están alcanzando el virtuosismo y podemos asegurar que con tal elenco están habilitados para preparar y presentarnos óperas completas, ese mundo maravilloso de las emociones y sentimientos sublimes que ofrece la voz humana, pero hace falta el apoyo y el auspicio del Gobierno y de las empresas y de organizaciones privadas, algunas de las cuales ya están contribuyendo al desarrollo de la cultura y el arte, como el Club de La Paz, Club de la Unión, Soboce y otras.
El Gobierno siempre ha dado un apoyo esmirriado a las manifestaciones del espíritu, ahora menos que antes, parece que nos emborrachara la vorágine del folclore que está muy bien que se lo promueva, pero hay también una vena prodigiosa de talentos en la música culta, la pintura y ese áureo y celestial plano a que nos lleva la voz humana en el bell canto.
Pero lo sobresaliente es que en Bolivia, que puede ser calificado como país de músicos y de artistas, hay mucho talento ignorado y perdido; faltan estímulos y oportunidades para recogerlos y formarlos; sin embargo, surgen estrellas luminosas por la fuerza de su vocación y el talento que brota del esfuerzo propio y, como en este caso, los excelsos componentes de la Compañía Lírica Boliviana merecen toda nuestra admiración y reconocimiento, por sus hermosas voces que nos elevaron a un nivel de ensoñación celestial, de exquisitez y pureza.
El virtuosismo de los componentes de la Compañía Lírica Boliviana, la calidad alcanzada, su prestancia y recia personalidad demostradas, exigen a la ciudad de La Paz, a gritos que deben ser escuchados por el Gobierno nacional y municipal, la construcción del Teatro de la Ópera, obra que ya es una necesidad prioritaria, porque el público numeroso que no sólo aplaude las polícromas danzas de nuestra cultura popular, merece solazarse con el arte refinado del que injustamente está privado. Y para ello no hay sitio mejor que el Panóptico que afea esta ciudad, que está siendo mirada como una ciudad Maravilla del Mundo ¡y sin un Teatro de Ópera!, cuando toda ciudad importante en el mundo es el primer monumento del arte que muestra.
Otro espectáculo que no se debe dejar de destacar con entusiasmo es la presentación de otro portento artístico de primer nivel en el mundo, el guitarrista boliviano Javier Calderón, a quien hemos admirado y aplaudido en el Centro Sinfónico, interpretando Aranjuez de Rodrigo, también entre los grandes homenajes a la efemérides de La Paz, que ha tenido el privilegio de solazarse con esos grandes espectáculos. Javier Calderón es otro grande que enorgullece el arte boliviano.
Son, pues, artistas que merecen ese gran escenario del Teatro de la Ópera que con tanto énfasis venimos proponiendo, obra que debe figurar en señalado lugar entre las próximas obras a construirse.
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