Juan Bautista del C. Pabón Montiel
Estamos en tiempos en los que todo se vende, se compra y se alquila por los réditos que ello proporciona. Es la etapa electoral, en la que algunas personas se convierten, de la noche a la mañana, en objetos para el mejor postor.
Doña María Galindo, el distinguido educador Paulo Freyre y otros pedagogos dirían que son “cosificadas”, cosas fáciles de trasladar, cual silla de llevar y sentarse sobre ella. Total, son objetos que en un momento cuestan y en otro dejan de tener su precio original. Son devaluados, como la moneda o los pesos en tiempos de inflación, cuando en carretilla se cargaba dinero y se podía adquirir pocos panes.
El verbo lo conjugan con maestría los que se rematan por cuotitas de poder y ahí tenemos la muestra de lo que escribe Rafael Puente (Página Siete, 1 de agosto pasado) sobre militantes de otros partidos, enjuiciados, deudores desde la más extrema derecha hasta la más mísera izquierda, que están de candidatos a senaturías y diputaciones; hasta una asesoría en ambas cámaras sirve a los que se alquilan.
No señalamos solamente a los de compra-venta, sino las causas: todo entregan, regalando desde dinero hasta computadoras, sin que les cueste un centavo. Por lo tanto, aprendemos a estirar la mano, a mendigar; a que nos compren sedes para las centrales obreras capitalinas o regionales. En otra oportunidad, el educador Álvaro Puente alzaba su voz, cuando se creó el “bono Juancito Pinto” para los escolares; en otras palabras, les damos dinero para que estudien, aunque ellos tienen obligación de hacerlo, pues para eso tienen padres que les costean sus gastos escolares o colegiales. Todo resulta gratis, sin esfuerzos, sin sudores, sin templarnos en el trabajo creador que dignifica y honra. ¿Cuál es la dignidad que recuperamos, según los gobernantes de turno? ¿El malhadado “bono” logró su objetivo de evitar la deserción escolar? ¡Mentira, la deserción escolar es por múltiples causas, que los anteriores regímenes no se animaron a enfrentar, menos el actual para con energía tumbar un sistema oneroso para el país!
En los años del MNR recibíamos harina, queso Care de los norteamericanos en los hogares u orfanatos, de la misma manera en las escuelas. Fueron épocas en las que no teníamos qué vender, salvo el estaño u otras materias primas. Ahora hay gas, hay dinero para “chauchitar”, para tirar con descaro, sin ser plata de ellos. Aquel aforismo que dice: “cuando no les cuesta un centavo las propiedades o los muebles no se los cuida, menos se protege los intereses de otros…”, toma razón de estado y se hace normal el envilecimiento de una que otra persona, o de grupos llamados sociales.
¿Qué significa hoy el idealismo? ¿Qué valor tiene el apellido? ¿Un delincuente que arriesga su vida asaltando vale más que un candidato? Por lo menos, diremos que ¡se juega la vida! En tanto, solamente poniéndose de rodillas ante el amo, o recogiendo las migajas del banquete, estamos llenando de indignidad el estómago, sembrando el mal ejemplo para nuestros hijos.
Final: la mendicidad toma caracteres de institucionalidad, gracias a los señores que creen que se hace Patria enseñando a ser limosneros.
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