Como en el siglo XIV la peste negra eliminó a miles de habitantes de Europa y su epicentro fue sin lugar a dudas, Florencia, Italia, en el actual siglo, al final de los primeros quince años, surgió el virus del ébola, en el continente africano.
La muerte, el desequilibrio social, el deterioro económico y el terror de sentirse atacado por el virus es la característica de ambas situaciones históricas.
En la connotación política moderna, el ébola personifica al África, continente apetecido desde Livingstone , hasta nuestros días, por sus ingentes recursos naturales y su envidiable posición estratégica en términos de geopolítica.
Enmarcado en el subdesarrollo, enfrentamientos tribales y coexistencia de formas hasta rupestres de gobiernos locales, el ébola es el principal enemigo político, económico y mortal de África.
La denominación del ébola como mortal virus, directa o indirectamente tiene sus efectos políticos, hoy a nivel mundial. ¿Quién desearía visitar el África o simplemente las aldeas cercanas al Río Ebola, Congo, después de la patética información?
La nominación “ ébola” a nuestro juicio, trasciende el calificativo médico y se transforma en el mundo, en una negativa calificación que daña política y económicamente al Continente Africano, al parecer, eterno pastel en continuo reparto que, desde el Siglo XIX, es apetecido por naciones extranjeras.
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