Los últimos enfrentamientos que siembran de dolor y muerte a pueblos son producto de la insanía de fabricantes de armas que no consideran que la vida es el derecho mayor del ser humano. Siria, Ucrania, Israel y Palestina se ven enfrentados en matanzas que no acarrean victoria a nadie y que sólo sirven para honrar a los fabricantes de armas y hacer que su soberbia, a costa del dolor humano, se haga mayor.
Naciones Unidas, organizaciones y países de todo el mundo condenan las guerras y cualquier tipo de enfrentamiento entre hombres y pueblos; sin embargo, poco o nada hacen para evitarlos; en muchos casos, debido a que ellos mismos - especialmente países ricos y desarrollados- son los empresarios, conductores, propiciadores, financiadores y directivos de grandes instalaciones industriales que fabrican armas de toda clase; son personajes que propician grandes centros de investigación científica y tecnológica para mejorar la calidad de las armas y para encontrar sistemas y artefactos que sean más contundentes, más mortales y que cobren más víctimas.
La hipocresía reinante en países que fabrican armas es una especie de revés a la humanidad, es la mejor forma de burlar los derechos humanos, es el mejor sistema para destruir la naturaleza y el medio ambiente. Las armas, conjuntamente sus aliados como son el narcotráfico y el terrorismo son causantes de millones de muertos y heridos, son autores del sufrimiento de miles de millones de personas y resultan ser cómplices de los siete caballos del Apocalipsis porque propician y financian la destrucción del mundo.
Estudios realizados por los mismos fabricantes de armamento, señalan que en el mundo existen diseminados en tierra, mar y aire más de seis mil ojivas nucleares y que tan sólo el 10% serviría para hacer que el planeta en que vivimos explote sin dejar vestigio alguno de vida. Muchas veces, con la aquiescencia de los mismos armamentistas, se llevan a cabo “reuniones que buscan el desarme de las naciones”, logrando el resultado de que se suprimiría del total hasta un 5%, a sabiendas de que el resto puede estar a disposición de cualquier mente insana que decida destruir el mundo.
Hipócritas, soberbias y petulantes son las políticas de los que fabrican armas y promueven la paz entre los hombres, habida cuenta que ellos son partidarios y propugnadores de la frase “Si vis pacem parabellum” (“Si quieres la paz, prepárate para la guerra”), que resulta una especie de cantaleta sin sentido porque quienes matan y destruyen no pueden ser propugnadores de la paz, el amor y la justicia en el mundo.
Los armamentistas son los que reciben los honores de las guerras con el derrame de sangre y la muerte de millones. Hoy las pruebas que dan Israel, Palestina, Ucrania y Siria son patéticas y lastiman al mundo conformado por miles de millones de personas, de las que se sirven pocos miles de “industriales de la muerte” para incrementar sus utilidades financieras que servirán para mayor potenciamiento bélico.
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