No se puede desconocer la carencia de verdaderos líderes y candidatos políticos con perfil de estadistas y que sean confiables.
Los candidatos opositores de una u otra forma están involucrados con la política neoliberal que tanto daño ha ocasionado a Bolivia, por la expoliación de recursos nacionales, entrega de nuestras empresas estratégicas a las transnacionales, apropiación indebida de fondos públicos. Después de años de silencio han brotado siglas políticas desgastadas, que gobernaron por décadas sin principios ni moral. Ante las próximas elecciones aparecieron como hongos, reducidos sólo a sus dirigentes y ya han negociado curules parlamentarios, sea para engrosar un llamado frente que se dice de unidad o sin miedo u otros núcleos políticos que se encuentran en campaña, que sin tener pudor aceptan aliados de cualquier tendencia, que van desde logias hasta tránsfugas e individuos que representan a gobiernos del pasado de triste recuerdo, que practicaron una política antinacional.
Esos políticos depredadores de la economía nacional deberían estar inhabilitados. Incluso alguno de ellos se muestra admirador de quien abrió campos de concentración y cerró el Colegio Militar, iniciando la más sañuda y perversa represión política de 1952 a 1964. Entonces, ¿cómo pueden hablar de persecución política por los juicios por hechos de corrupción en los que están enlodados?
Por otra parte, si se pone a prueba a quienes son candidatos deberían debatir sobre la política económica y social que pretenden llevar adelante, porque el decadente capitalismo liberal o el capitalismo del Estado que se pretende imponer no garantizan el futuro nacional, ni son respuesta para los acuciantes problemas del pueblo, como la pobreza, la insuficiente atención a salud y educación. Grandes sectores están en la intemperie económica y social, regiones agitadas por el atraso, la población rural todavía sumergida en una economía de subsistencia en un país flagelado por la postergación y la inmoralidad.
Las frustraciones que históricamente ha sufrido el pueblo boliviano nos llevan a convencernos de que la superación de estas realidades depende de la voluntad del hombre que no quiere vivir sojuzgado por el capitalismo de Estado o por el viejo capitalismo liberal. Ambos sistemas, superados históricamente, se apropian de los medios de producción, poniéndolos al servicio de sus intereses de lucro y dominación que dan lugar a corrupción, inmoralidad, a las administraciones dirigidas a favorecer a determinados grupos de poder político y económico, para satisfacer aún más sus angurrientos propósitos de mayor dominación, degeneración espiritual y moral, porque pretenden cada vez más su máximo beneficio mediante la explotación del hombre y no garantizan la justicia social.
No nos engañemos, la solvencia económica y flujo económico circulante en determinados ambientes comerciales y centros sociales es consecuencia de la economía informal, de la recuperación de las empresas estratégicas, que se ha dado gracias a la acción revolucionaria del pueblo y no de personas o partido político alguno que haya expulsado a capitalizadores y privatizadores.
Se está abusando de los recursos económicos nacionales. Las obras sociales, infraestructura en diferentes rubros, son realizadas sin importar sobreprecios, donde gran porcentaje se utiliza para movilizaciones de las denominadas fuerzas sociales. Circulan recursos mal habidos en medios de poder político, empresas ligadas se adjudicaron y se adjudican las obras mediante licitaciones manipuladas o contratadas directamente, sin respetar disposiciones legales, habiéndose ya formado una nueva burguesía improductiva de sustento y apoyo político.
Por otro lado se ha apoderado de la administración del Estado un grupo de oportunistas que parecen intocables, que tiene bajo su control espacios de poder, con sus propios criterios individuales y personas de su exclusiva confianza que incluso encubren delitos e irregularidades que son denunciados por medios de comunicación.
La mayoría del pueblo espera una opción que no conduzca a un retorno al pasado. El pueblo no quiere más frustraciones ni experiencias amargas, tampoco quiere el continuismo con presencia de personajes sin principios ni ética política, advenedizos que han sido presa del transfugio y de la tentación delictiva. Quiere nuevos hombres.
El partido en función de gobierno debería considerar esta situación y tomar medidas correctivas, si pretende continuar en el poder recuperando la confianza del pueblo.
Considero que el pueblo quiere un Gobierno que encare con energía este duro escenario, para terminar con la injusticia social, las frustraciones y el derrotismo que son efecto de prédicas políticas engañosas, desarraigadas de la realidad nacional.
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