La disminución de productos agrícolas básicos en el mercado interno viene preocupando a la población porque refluye en el costo de la canasta familiar. Concretamente en el año 2013 se tuvo que importar 300 artículos comestibles y en el primer semestre del presente año esa cifra no ha bajado, si es que no se ha incrementado. Los países a los que se recurre en mayor magnitud para paliar los desajustes del mercado son el Perú y Brasil, pero también cuenta el resto de los vecinos.
Datos obtenidos de instituciones dedicadas al tema económico revelan que la importación del primer semestre de 2014 fue 20% mayor a la de 2013. De enero a junio del presente se erogó 358 millones de dólares mientras que el semestre anterior demandó $US. 298 millones. Sin duda, estos montos contribuyen poderosamente a la inflación del 3.8% a julio 2014.
No obstante haber insumido la reiterada “soberanía alimentaria” en la Asamblea Legislativa 18 leyes, sólo dos se encuentran reglamentadas y disponen de presupuesto; alguien afirmó que el “resto son papeles y discursos”. La cartera de Desarrollo Productivo sostiene que la cebolla es uno de los productos más inflacionarios por requerir grandes volúmenes de importación y que a julio presionó sobre el IPC. Parecida influencia se atribuye a la patata, carne de pollo y de res. Se importó 3.000 toneladas de patata y se cree que la producción nacional bordea el millón de toneladas.
Entre los insumos de la canasta doméstica figuran algunos que cubrían el consumo con largueza, como el arroz, que inclusive se otorgó como asistencia a Cuba; la mandioca o yuca, el almidón de maíz, el tomate y hasta la almendra, que no sólo abastecían sino que se los exportaba, de modo que la retracción agrícola es preocupante. El Gobierno espera que mejoren las condiciones actuales, pero al paso que vamos no se puede abrigar esperanza y atribuye la disminución a factores climáticos como las lluvias y la sequía.
A lo anterior se añade a simple vista el descenso de la calidad y cantidad de los frutos de los valles, en especial. La chirimoya, la palta y la granada, entre otras, poco menos que han desaparecido y si se las encuentra en el mercado es con precios prohibitivos. Ni que se diga de la perita de los valles paceños y la mandarina de Yungas. La degradación de la naranja de esta región la ha convertido en escasa de contenido, sabor y color. La única explicación es que la coca ha sustituido todos estos cultivos.
Las tierras cercanas a las ciudades son loteadas o invadidas a base de “títulos ancestrales” y su destino no es otro que la especulación ante el crecimiento urbano. Al paso que el campo se despuebla, los centros urbanos aumentan su población pero con secuelas de desocupación, criminalidad y delincuencia. El campo en sus distintas terrazas ecológicas requiere la máxima atención del Poder Público en inversión y planificación, a fin de superar los males de la migración incontenible y con ello la falta de medios alimentarios.
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