Foley: Sangra la libertad de expresión. No está muerta



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El periodista y corresponsal de guerra James Wright Foley fue secuestrado por yihadistas del Estado Islámico el año 2012 y supuestamente decapitado por un verdugo vestido de negro, el pasado lunes martes 19 de agosto 2014 por órdenes del Ejército islámico. La próxima víctima, según amenaza el siniestro degollador, es Steven Joel Sotloff, otro rehén estadounidense, cuya fotografía fue difundida paralela a la decapitación de Foley.

Entretanto, el FBI cree auténtico el vídeo que testimonia la decapitación del periodista James Foley, acto de barbarie perpetrado sin mayores argumentos contra un hombre que ganaba el sustento diario, dando cobertura a los sucesos que hoy en día matan en nombre del Islamismo, incluso, a sus coterráneos.

La inmolación del periodista James Wright Foley, en lugar de constituir un mensaje político de intimidación al gobierno de Barack Obama, actual mandatario de Estados Unidos, es todo lo contrario: un alegato contra el islamismo y sus decenas de fracciones divididas entre sí; enemigos mortales, el uno contra el otro.

Millones de personas tanto del mundo árabe y asiático como del occidente han visto en el degollamiento de Foley, el odio enfermizo de quienes en nombre de la fe, matan con violencia a inocentes y se jactan de ello, destruyendo en sí, cualquier interés en pertenecer al islamismo corriente que degolla y somete incluso, a su gente, a torturas y vejámenes.

En América Latina, también hay secuestros, penas carcelarias y en ocasiones el asesinato de periodistas que unas veces denuncian el statu quo de los regímenes corruptos; otras que opinan sobre el tráfico de drogas y en un pasado reciente, periodistas que habían tomado partido como defensores del proceso democrático.

Por ejemplo, en Bolivia de los años 70, periodistas bolivianos fueron controlados por coordinadores de las dictaduras militares; otros exilados sin retorno y no faltaron periodistas muertos en las fronteras nacionales o de países asociados al sistema de la dictadura militar.

El asesinato de periodistas en América Latina es la culminación de un proceso que resguarda los intereses de grupos económicos, de grupos políticos corruptos

Estos, si bien no portan armas ni yataganes para decapitar, en cambio esgrimen sutilmente, formas de “muerte” para periodistas y prensa que reclama independencia y libertad de expresión. La presión política, por ejemplo, seguida de amenazas, de enjuiciamiento penal, de conculcar la libertad de prensa y de expresión, de controlar lo que se escribe y se dice, son formas de “muerte” para los periodistas y la prensa independiente.

Sin embargo, con el asesinato de James Foley, sangra la libertad de expresión, pero ella no está muerta, ni en el mundo en conflicto, ni en Bolivia.

(Clovis Díaz).

 
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