La verdad aunque duela
En una publicidad pagada se dice que 17 universidades extranjeras y 10 nacionales han otorgado el título de doctor honoris causa a un personaje del Gobierno boliviano, por sólo haber cambiado a nuestro país, “como nadie lo hizo”, en una “década” de oro, de 8 años y 7 meses. Se ve en esa propaganda la imagen de dicho ciudadano con un atuendo apropiado para la ocasión, hablando como un gran intelectual. Como esta publicidad hay otras más, que causan vergüenza a los que conocen este tipo de actos, desconcierto a gran parte de la ciudadanía, beneplácito a los seguidores de dicho personaje y orgullo a los “autores” de esa propaganda política.
Posiblemente esos publicistas no saben que en el haber de toda universidad del mundo, que se precie de tal, hay una selecta lista compuesta por científicos, investigadores, pensadores o artistas, distinguidos con el título de Doctor Honoris Causa, que es probablemente sinónimo de prestigio académico.
La ocasión es propicia para referirme al hombre mediocre de siempre, que es aquél que pone trabas, que por ignorancia rechaza la educación a todo nivel e impide el ascenso de individuos valiosos. La mediocridad es un arma peligrosa que conduce a igualar a todos para abajo, de modo que el imperfecto se siente cómodo, sin exigencias y menos con pensadores en su entorno. Como ejemplo de dicha actitud se escucha mensajes como: “soy sincero, no me gusta leer, tengo ese problema”, “en poco tiempo, los valores de la clase media no valdrán nada “, “cuando voy a los pueblos, todas las mujeres quedan embarazadas y en sus barrigas dice el jefe cumple”.
Si todos ríen, aplauden o lloran, el hombre mediocre también, pues está lleno de bajezas y prejuicios, opina lo imprevisible, repite cosas sin fundamento y considera que su verdad es la única válida y verdadera. Ejemplos: “en Cuba no existe dictadura, porque hay democracia”, “el mundo entero sabe que estamos a la vanguardia en los cambios científicos y tecnológicos”, “la matriz energética dará a luz, la transformación de los bolivianos”.
Hablan de todo y nada dicen, las responsabilidades se diluyen en una reacción trivial. Pareciera el retorno de los sofistas, con un parloteo vano sobre lo mismo, produciendo conversaciones aburridas; lo gracioso es que el interlocutor cree lo que le dicen. En este caso, en los foros internacionales la participación de nuestros mediocres avergüenza a nuestro pueblo, por mensajes como: “debido a su color, la coca y el dólar son lo mismo”, “reduciendo el costo del Kwh, hemos reducido la pobreza de los bolivianos”, “nuestros abuelos lucharon contra todos los imperios, el inglés, el romano y otros, ahora nos toca luchar contra el imperio norteamericano”, “Fidel no está enfermo, sólo está en reparación, porque él vivirá 80 años más”.
Les da lo mismo hablar de salud, economía, educación, geopolítica… no les importa el problema, el lorito repetidor se siente con condiciones para emitir un juicio y dar una solución. ¿Recuerdan esta declaración?: “todos los documentos que me traen, yo firmo nomás, total si hay algún problema legal, ¿para qué están mis abogados?”, “estaremos mejor que en Suiza de aquí en 10 o15 años”, “el satélite (chino y perdido) está causando envidia en el mundo entero”.
Para José Ingenieros, los mediocres en grupo son un peligro ético y político. Por medio del mismo se establece una secta de funcionarios públicos que son afines a un gobierno malo. Su estupidez se refleja en el desinterés por la justicia, democracia, valores patrios, derechos humanos y esfuerzo intelectual. Ingenieros describe el caos causado por esos grupos de dirigentes corruptos e ineficientes, que dañan a la nación por su avaricia y excesos. Señala que la clase de mediocres está en varios países latinoamericanos, conducidos por líderes o dirigentes caprichosos, que traban y complican todo intento de mejora, arrastrando a la sociedad a la más triste decadencia.
Los nuevos líderes políticos autonombrados socialistas, que gobiernan nuestro país, se convirtieron en desvergonzados politiqueros-clientelistas, ya que sólo se interesan por los tributos que les garantiza su posicionamiento burocrático en el festín presupuestario anual. Bajo estas condiciones lograron el triunfo politiquero de la mediocridad, para condenar a la nación a la inequidad socioeconómica, al atraso sociocultural y el saqueo discrecional de las riquezas y otros negocios turbios, a favor de ellos y capitalistas nacionales o transnacionales.
Son los sofistas del Siglo XXI, que con retórica barata hacen que las masas menos capacitadas intelectualmente los apoyen con el voto. Es el engaño de la izquierda impostora, que ha construido coliseos, canchas y sedes para sus seguidores. Cuando el Estado está en penumbras y decae su desarrollo, el pueblo se encuentra perplejo, desconcertado por redes de corrupción, narcotráfico y extorsión que causan un incremento alarmante de pobreza y delincuencia. No sólo el manejo económico explica las causas del subdesarrollo de nuestro Estado, sino que estos vicios propios de la mediocridad a la larga generaran el total hundimiento de nuestra sociedad.
Ante las próximas elecciones, para mantener sedada a la población, pan y circo desean que haya en el senado y están haciendo populismo con el aumento del cultivo de la coca, por ende la comercialización de la cocaína, apoyando incondicionalmente todo lo que contribuya a la alienación colectiva, como ocurre con el consumo de alucinógenos y el delirio por el fútbol. Suponen con anticipación que sus dividendos son evidentes para mantener el dominio del poder económico y político. Esta es la vía que les permitirá aferrarse al poder y mantener al pueblo confundido, pues su suerte es manejada por mediocres y la frivolidad es auspiciada por el actual Gobierno.
El 12 de octubre próximo es el momento preciso para rescatar la democracia, los derechos ciudadanos y nuestra dignidad, expulsando a los mediocres.
El autor es docente universitario.
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