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El ex presidente norteamericano Richard Nixon dijo una vez que por donde fuera Brasil por allí iría América Latina. Eran las últimas semanas de 1971 y el ex presidente norteamericano brindaba por su huésped en ese momento, uno de los dictadores del régimen militar que comandó el destino del país vecino durante casi dos décadas. Mientras hubo dictadura en Brasil, en el resto del continente se afirmaron los regímenes de fuerza. Cuando se reinstauró la democracia, ésta cundió firme entre sus vecinos. Cuando asomó Lula da Silva, los regímenes de izquierda volvieron al escenario bajo características variadas y, en algunos casos, reacios a aceptar naturalmente una esencia de la democracia: la alternancia en el poder.
Una encuesta divulgada hace una semana en Brasil remeció las creencias que hasta pocos días antes predominaban. La actual presidente Dilma Rousseff dejaba de ser favorita para ganar en la primera vuelta del domingo 5 de octubre y en el desquite sería vencida por la ecologista María Osmarina Silva de Souza, destacada ambientalista ex dirigente del Partido dos Trabalhadores, de Luiz Inacio Lula da Silva, y ahora con la bandera del Partido Socialista Brasileño. Marina, simplemente así, como se la conoce en Brasil, emergía con un sorprendente 21% de las preferencias, encima de Aécio Neves (20%), hasta entonces el segundo favorito después de Dilma (43%).
El porcentaje que le otorgó la encuesta no era desconocido para Marina. Ya estuvo cerca en las elecciones presidenciales de 2010, cuando alcanzó 19,33% de los votos válidos de la primera vuelta, con el respaldo de cerca de 20 millones de brasileños. Dilma y el socialdemócrata José Serra disputaron la final, que ganó la actual mandataria.
El porcentaje de hace unos días no resultó de la pérdida de simpatías para Dilma o Neves sino de una disminución drástica de indecisos que se volcaron hacia el nuevo fenómeno electoral brasileño. Los nuevos sondeos son aguardados con expectativa creciente pues la lucha en curso, de consolidarse la tendencia a favor de Marina, podría efectivamente reflejarse en los porcentajes de los dos favoritos. Favorecerían a Marina los cansados con 12 años de gobierno del PT, que tuvieron una fuerte expresión en las manifestaciones callejeras activas hasta las primeras fechas del reciente mundial de fútbol. Las encuestas no han determinado con certeza qué candidato opositor cosecharía ese descontento, si Neves o Marina. En una de sus primeras declaraciones, la candidata opositora dio una señal nítida contra el continuismo que predomina en naciones vecinas: si llegase a ganar, sería presidente por un solo período.
La candidata socialista tiene un camino empinado cuesta arriba y cualquier vaticinio es todavía prematuro. De su lado cuenta con la solidaridad que ha despertado la muerte del líder de la “tercera vía” Eduardo Campos, cuando la avioneta en que viajaba el 13 de agosto se estrelló cerca de Sao Paulo. Si esa solidaridad crecerá o se debilitará, es algo que nuevos sondeos podrían detectar. Pero tiene como haber principal su propia lucha política que la proyectó desde los siringales del Acre, donde nació (Río Branco) en 1958. Su defensa del medio ambiente le dio renombre internacional y su figura, menuda y de apariencia frágil, se volvió una muralla contra la devastación de la floresta y la utilización de las aguas de los ríos amazónicos en presas hidroeléctricas, un tema sensible en Bolivia.
Un gobierno ambientalista en Brasil sería también un mensaje favorable para el TIPNIS, que llenó los horarios estelares de la TV y acaparó los titulares de los medios impresos hasta hace poco tiempo. Sólo una semana antes de los comicios generales en Bolivia, los que habrá en el gigante vecino deberán ser seguidos con atención cuidadosa.
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