Adelio Aruquipa Tórrez
Las definiciones del concepto “libertad” son tantas, como mentes reflexivas existen en el mundo. Es que todos queremos definir el término de la mejor manera, de modo que sirva al interés de la colectividad. Poco valen las definiciones de los grandes teóricos.
Incluso lo que parece libertad es difuso. Si revisamos la historia, encontramos que la libertad es “soberana e invisible”, que vive en nuestro inconsciente. Unos extremaron sus conductas hasta la esclavitud, otros en su nombre cometieron atroces crímenes.
Jeanne Roland, víctima de atrocidades, dijo ante la estatua de la libertad en camino al patíbulo: “Oh, libertad, cuantos crímenes se cometen en tu nombre”. Robespierre, luchando por ella, terminó suprimiéndola, y dio motivo para que Esteban Filargent dijera: “Los mismos que se embriagan de libertad, si llegan al poder se embriagan de autoridad”.
Entonces ¿qué es la libertad? ¿Debemos luchar por ella? ¿El contador público se debe encargar de defenderla? ¿El educador debe predicar sobre ella? ¿Somos realmente libres?
El desesperanzado diría “Sólo hay libertad en la muerte”, pero el poeta nostálgico responde “Es libertad por cuanto en el nicho de tu muerte pagas tributo”.
La Real Academia Española define la libertad como “La facultad que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos”. Montesquieu la define así: “La libertad es el derecho de hacer todo lo que las leyes permiten; y si un ciudadano puede hacer lo que lo prohíben no habrá libertad, puesto que los demás podrían hacer otro tanto”.
Entonces la libertad tiene ley, ¿cuál? ¿La del Estado o de la naturaleza? Porque muchas veces lo que lo que es legal no es justo y lo que es justo, no es legal. Los hombres nos equivocamos al dictar leyes y tantas veces violentamos conciencias “por el voto de la mayoría”.
La libertad se guía por la ley natural, la ley con que nacemos: “Escribiré mi ley en vuestros corazones”, dice Dios. Esto implica que la ley es un estado mental, más que una situación social, económica o política. Dijo R. Browning “Parecemos libres y estamos encadenados” y Grillparzer: “Las cadenas de la esclavitud atan las manos solamente; es la mente más bien la que hace a uno libre y esclavo”.
La verdadera libertad no se la conquista en conjunto o en grupo, ella se construye primero en el corazón del hombre y luego va al grupo, no a la inversa. La que se conquista en grupo dura poco o nace muerta. El grupo no es libre si los hombres que lo conforman no lo son. La libertad nacional es la suma de la conquista de la libertad individual, ésta es duradera y hace grande al pueblo. Bien decía Stuar Mill: “La única libertad que merece este hombre es la de buscar nuestro propio bien, por nuestro camino propio, en tanto no privemos a los demás del suyo o les impidamos esforzarse por conseguirlo”.
La mayor cultura nos permitirá buscar nuestro propio bien, por nuestro camino propio”. La libertad es más profunda cuando más nos guste la lectura y la investigación en búsqueda constante de la verdad.
El autor es profesor.
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