Laura M. López-Murillo
En algún lugar etéreo pero arraigado al relieve, existe un lazo que hermana a los hombres al compartir el origen y el destino, pero la pertenencia es frágil y su ruptura desencadena las tempestades de la decepción…
El grupo radical Estado Islámico (ISIS por sus siglas en inglés) divulgó en redes sociales el video de la grotesca ejecución del periodista norteamericano James Foley quien fue decapitado por un militante británico, identificado por los servicios secretos del Reino Unido como Abdel-Majed Abdel Bary, un ex rapero londinense de 23 años. Esta aberración circuló en Internet con la misma virulencia con la que se han propagado las imágenes de las torturas, crucifixiones y decapitaciones perpetradas por el Estado Islámico, pero en este incidente, además del terror, se envía una alerta a todo el mundo: “miles de los combatientes de la yihad (guerra santa) en Medio Oriente son ciudadanos europeos. El Centro Internacional de Estudios de la Radicalización (ICSR), estima que entre un 30% y un 40% de los actuales combatientes extranjeros que pelean hoy por establecer un califato islámico en Siria e Irak proceden de países occidentales, como Francia, Bélgica, Reino Unido, Alemania y los países nórdicos”.
Y esta alerta nos remite al desencanto de una generación sin el sentido de pertenencia: el perfil de los yihaidistas europeos los ubica en comunidades musulmanas moderadas que fueron estigmatizadas después del ataque a las Torres Gemelas. La generalización de la desconfianza impidió la integración de los jóvenes musulmanes en la cultura occidental donde nacieron y crecieron; con la desadaptación germinó la frustración que ahora aprovechan los reclutadores del Estado Islámico que suelen ser líderes carismáticos que prodigan la aceptación incondicional que anhelan los jóvenes vulnerados por el estigma.
Los reclutadores se acercan a los jóvenes musulmanes distribuyendo copias gratuitas del Corán y predican una interpretación específica del Islam, pero el acercamiento y la propagación de mensajes radicales se intensifican en las redes sociales hasta convertir esta “barbarie ideológica” en una “epidemia social” que se caracteriza por la hostilidad del discurso y la deshumanización de los enemigos: “perros infieles” deben ser aniquilados; el mensaje se enfatiza con las imágenes y los videos de las ejecuciones y atrocidades cometidas.
Por la eficacia en el reclutamiento de ciudadanos europeos en la yihad, el terror se esparce pero con un matiz insólito al considerar el daño potencial que los yihaidistas europeos provocarían si vuelven a sus países de origen para fortalecer las redes de adoctrinamiento y reclutamiento o perpetrar atentados terroristas. Y así, en un ambiente de incertidumbre podría reiniciarse el círculo perverso del estigma: se propaga el terror y la desconfianza hacia todo lo que implique un rasgo musulmán, esparciendo prejuicios que romperían el frágil nexo de la pertenencia y se desencadenarán, una y otra vez, las tempestades de la decepción…
La autora es Licenciada en Contaduría por la UNAM. Con Maestría en Estudios Humanísticos, Especializada en Literatura en el Itesm.
Fuentes:
- AFP (2014). Para sus padres, James Foley es un “mártir de la libertad”.
- BBC Mundo. (2014) ¿Cómo llega un joven occidental a convertirse en yihadista?
- EFE (2014). Aumenta reclutamiento de europeos, incluidos españoles, para la yijad…
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