El don de la autoestima

Adelio Aruquipa

Todo niño(a) está convencido(a) de que vale tanto en cuanto sus padres le demuestran que vale.

Pocos dones pueden dar los padres a sus hijos, que sean tan valiosos como el de la autoestima. Autoestima es el grado y la calidad de valor que una persona se adjudica a sí misma, y que se la adquiere a partir del entorno donde nace. Dicho de otra manera, la autoestima es un sentimiento valorativo de nuestro ser, de la forma en que cada uno se auto valora, del conjunto de rasgos corporales, mentales y espirituales que configuran la personalidad.

Los psicólogos actuales consideran que la autoestima infantil es la configuración organizada de su propia imagen que los niños van edificando a partir de las percepciones de sus capacidades o de sus limitaciones. Esa configuración les facilita o dificulta el modo de conducirse frente a los demás. Entonces, La autoestima es para el niño o niña como su retrato consciente, su autenticidad, cómo se considera así mismo, lo que espera de sí o de su capacidad, es decir, es su documento de identidad interior.

Desde esa óptica, los padres son las variables más poderosas de ese medio en la formación del sentimiento de autoestima.

Todo niño es único y apreciable y se le debe reconocer su derecho al respeto y a la dignidad personal. Buena parte del concepto que de sí mismo se forma el niño es producto de cómo se lo juzga. Si está convencido de que sus padres lo quieren tal como es y lo respetan, llega a reconocer lo que vale como persona. No obstante, en este tema no es suficiente el amor. Un niño puede saberse querido por sus padres, pero estar convencido de que ellos no lo consideran gran cosa.

¿Se siente usted secretamente defraudado porque su hijo es “uno más del montón”?

¿Quisiera que él fuese más de lo que es, o que progresara más rápidamente de lo que avanza? Si ha respondido afirmativamente a estas preguntas, aunque sea en lo más íntimo de su corazón, sepa que su hijo ya lo sabe, él lo ha captado por medio de esas actitudes que usted como progenitor no puede disimular, cuando explica todo lo que él dice, cuando continuamente lo interrumpe al hablar, cuando se ríe de sus simplezas, cuando le dice “cariñosamente” que es un caso perdido; todo lo registra.

Si usted habla de las ineptitudes de su hijo, él se hará cargo de ellas aunque sean superables y terminará por ser tan inepto como usted dice que él es.

También la falta de disciplina adecuada menoscaba la autoestima infantil. Los padres son símbolo de orden y justicia, y el niño al que no se le pone límites se preguntará tarde o temprano por qué sus progenitores, si en verdad lo aman, le permiten hacer cosas fuera de lugar.

Estimado lector, si usted es padre ayude a su hijo o hija a desarrollar las aptitudes más sobresalientes que posea. De ese modo podrá lograr una compensación en beneficio de la autoestima. Tal vez él no sea atractivo físicamente, pero juegue muy bien al voleibol; o tal vez no sea el mejor de su curso, pero sí el más servicial.

En efecto, el desarrollo de la autoestima genuina se logra por tres vías confluyentes: cariño y comprensión en el hogar, profundo respeto por la dignidad y la individualidad y adecuados límites disciplinarios. Son elementos que pueden generar una personalidad equilibrada

El autor es profesor.

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Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender
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Reinició sus ediciones el primero de septiembre de 1971.

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