Buscando la verdad
Comienzo este artículo agradeciendo la gran cantidad de mensajes recibidos en relación con mi columna “¿Quiénes se creen que son?”, casi todos indignados por la afrenta de algunos “chuteros” en contra del COA y el orden establecido.
Pese a que a algunos no les gustó, suscribo todo lo escrito. Incluso, pese a que un querido amigo dijo que por vez primera discrepaba conmigo, entendiendo que el “chuto” “es una herramienta de trabajo, una forma de ascensión social, es orgullo, es pertenencia” y que “…su único pecado es ser “ilegal”, pero de ninguna manera lo más ilegal, lo peor, lo más nocivo…”, justificándolo con una interesante argumentación comparativa: la lacra del narcotráfico, la venta de ropa usada contrabandeada, los negociados que se denuncia, las prohibiciones antojadizas, el manejo discrecional de las normas, entre otras.
Contesté que lo triste de ese análisis era que si se toleraba algo ilegal por ser “pequeño”, alguien reclamaría también el tolerar lo ilegal pese a ser “grande”. Reflexioné luego que ése es el gran problema con el ser humano que, al relativizarlo todo, hasta el matar justifica como algo necesario, siendo que Creyente como soy, no estoy de acuerdo con ello, pues para Dios las cosas son blanco o negro y bueno o malo, por lo que, para evitar el caos, la Ley debe ser respetada por todos, empezando por las autoridades.
Por tanto, si la pobreza induce a hacer del chuto una herramienta de trabajo, ¿por qué no pensar en crear empleos para los propietarios que los entreguen, con el enorme dineral que generaría su fundición o exportación como chatarra?
Concluyo con esta reflexión de un lector que prefirió mantener el anonimato: “Si el ganarse la vida justifica actuar fuera de la ley, entonces la ley está demás (…) los cooperativistas (mineros clandestinos asociados) no pagan impuestos ni regalías, no necesitan estudios de evaluación de impacto ambiental y menos demostrar responsabilidad social (…) tampoco pagan impuestos los cocaleros, los gremialistas, los taxistas y minibuseros, menos si sus vehículos son chutos. Pero los demás pagamos todo tipo de impuestos, patentes, registros y debemos hacer trámites en el gobierno central, departamental, municipal (…) pagar beneficios, dobles aguinaldos incluso si no hay utilidades (…) un castigo a quien quiere trabajar dentro de la ley y un premio a quien trabaja al margen, asociado a prejuicios de clase y origen étnico”. Clarísimo: ¡cuando la ley es pareja, nadie se queja!
El autor es Economista, Magíster en Comercio Internacional.
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