Demanda de justicia ante La Haya
Jorge Edgar Zambrana Jiménez
Debido al aumento de la población mundial hoy existe escasez de recursos naturales. Y ello conlleva a diversas disputas por la propiedad de los mares.
En Asia existen numerosas divergencias no sólo por la proyección de las Zonas Económicas Exclusivas, sino, también, por el dominio de islas e, incluso, islotes deshabitados.
La consecuencia ha sido un aumento en los gastos militares de defensa, en especial en las Marinas de Guerra, y los incidentes se suceden aumentando el peligro de guerras.
Los hielos del Polo Norte se están diluyendo y con ello emerge la disputa por el océano Ártico, basada en la proyección de las costas de los Estados ribereños. En las próximas décadas emergerán procesos de reparto de los recursos naturales de la Antártica.
EL PROBLEMA DE LA CORTE DE LA HAYA
El orden jurídico mundial de nuestros días señala que las diferencias entre Estados deben someterse a la Corte Permanente de Justicia, en caso de que no exista una solución negociada de las partes.
Una constante situación de disputa es altamente peligrosa ya que las tensiones pueden desembocar en la violencia.
Ahora bien, la Corte tiene que desarrollar una jurisprudencia que deje a los contendientes medianamente insatisfechos y con ello la disposición a aceptar el fallo arbitral. Si un Estado obtiene todo lo pedido y el otro es derrotado ampliamente esta situación limita el interés de terceros de acudir a la Corte, por el temor a un fracaso humillante.
Por ello los fallos deben dejar a los contendores medianamente insatisfechos. En estas condiciones las sentencias deben conjugar tanto a los principios jurídicos anteriores a la Convención del Derecho del Mar, como a los posteriores. Y, además, hacer uso de la “equidad” como amortiguadora de la posible dureza del fallo.
LA USURPACIÓN CHILENA DEL LITORAL BOLIVIANO
Se puede concluir, al examinar la triste historia de nuestro nefasto enclaustramiento marítimo, que Bolivia necesita una verdadera política de Estado, puesto que hasta ahora no sabe cómo recuperarse del dominio chileno.
Unos hablan de “salida al mar”, otros de “corredor sin puerto al norte de Arica”, aquellos de “enclave” en Tarapacá o cerca de Mejillones, éstos de “gas por mar”, “agua dulce por mar”, “trueque territorial”; se menciona “cualidad marítima”, “confianza mutua”, “acercamiento”, “abrazo de Charaña”, “enfoque fresco”, “practicismo”, “zona internacional”, “soberanía compartida”, “polo de desarrollo”, “agenda de trece puntos”, “Corte de La Haya”, “Chile no puede dividir su territorio”, etc., etc.
Hay dos alternativas de solución convenientes:
1.- El corredor al norte de Arica que incluya obligatoriamente todo el puerto de Arica, ambos soberanos.
2.- La devolución de nuestros puertos ancestrales bolivianos, Antofagasta, Mejillones, Cobija y Tocopilla, incluyendo sus territorios litoraleños soberanos correspondientes.
En caso de que Chile no acepte dichas opciones, con su política de dominio absoluto y permanente sobre Bolivia, o que Perú no acepte la primera, actuando como perro del hortelano, y Chile la segunda actuando como cancerbero agresor perpetuo, a Bolivia no le queda más que seguir con su campaña internacional en todos los foros multilaterales, esperando el tiempo estrictamente necesario para que la coyuntura internacional permita la recuperación de nuestro Litoral.
En la negociación que se nos viene no se debe cometer nuevamente los errores garrafales, arbitrarios, inexpertos e improvisados de Mariano Melgarejo, de 1904 y de la reunión de Charaña de 1975.
La política exterior del Estado boliviano, respecto de Chile, si bien no debe ser agresiva o de aislamiento, debe partir de la prudencia y la firme defensa de su soberanía marítima, recelando cualquier acuerdo susceptible de limitarla. A su vez, se debe posicionar el tema marítimo en la agenda internacional, buscando aliados y escenarios que nos acerquen a la reivindicación de nuestro litoral cautivo, para lo cual los bolivianos deben hacer cada día la renovación de su fe y duplicar sus esfuerzos.
Tenemos que rechazar la política de “confianza mutua” y “mar a como dé lugar”, y debemos exigir la reparación del atropello de 1879, y esto sin claudicaciones ni compensaciones a Chile. No queremos tomaduras de pelo como el ridículo callejón sin puerto al norte de Arica. Nuestro Departamento del Litoral, actualmente ocupado y usurpado de facto, no puede convertirse en soberanía intangible chilena, con los argumentos de que la Corte de La Haya no trata revisiones de tratados y de que Chile no devolverá el litoral porque no puede dividir en dos partes separadas su territorio. Bolivia debe esperar la coyuntura internacional, así tengan que pasar 100 años más, para poder reivindicar su propio litoral, y no contentarse con un plato de lentejas.
Por otra parte, los embajadores bolivianos deben publicar en los medios comunicacionales del mundo la verdad sobre el asalto filibustero chileno de 1879. No debemos centrar todas nuestras expectativas en un supuesto fallo favorable de La Haya, ya que conocemos los ardides de la diplomacia mapochina cuando de negociar se trata.
Debemos darnos cuenta de que el trato bilateral nunca ha encontrado ni la más remota intención de reparación por parte de Chile al daño causado con su asalto invasor. Los alcances de un fallo de la Corte, para una obligación a negociar, seguramente no serán bien establecidos, y menos esa negociación será necesariamente favorable a la parte demandante.
Bolivia no renuncia a sus derechos sobre el Departamento del Litoral, y no considera un canje territorial, puesto que ésto último constituiría un error de lesa Patria.
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