Gunnar Mendoza y la cultura

Gunnar Mendoza fue un hombre fiel a su llamado interior. Nacido en un ambiente intelectual, desde muy joven mostró su vocación de papelista, de investigador y hombre de espíritu dispuesto a servir al hombre y al país desde su puesto de bibliotecario y archivista, es decir, de guardián y guía del pasado, que espera ser descubierto y analizado por los hombres de hoy, para mejor conocimiento de sus raíces, y, de esta manera, absorber colectivamente la savia espiritual de otro tiempo, juntarla con los jugos de nuestra circunstancia, para preparar el elixir de la nueva actividad, consciente y humanamente realizada, que será entregada como alimento para el futuro.

Gunnar Mendoza desde joven fue director de la revista de la Universidad de San Francisco Xavier de Chuquisaca, en la cual se han publicado valiosos estudios sobre la realidad nacional, por investigadores de nota, contribuyendo de esta manera al mejor conocimiento del alma del país; también estuvo a cargo de la Biblioteca y el Archivo Nacionales de Bolivia, cargo que le ha servido para organizar mejor los papeles coloniales, llenos de la intensa vida de antaño escondida en sus páginas, en espera de una persona paciente y devota del espíritu, como él, para entregarnos el tesoro de otro tiempo: el acontecer histórico hecho por personas amantes de la libertad y de la justicia, que se levantaban contra las arbitrariedades de la mala autoridad, reclamando derechos, o señalando vías más humanas para la construcción de la sociedad, como son los escritores de la colonia; tiempo de grandes tumultos y de rebeldías encendidas con el germen de la independencia, como la guerra entre vicuñas y vascongados.

Investigador nato, Gunnar Mendoza se introdujo en esos infolios, y les pudo sacar la información con la cual escribió, por ejemplo, acerca de ese central acontecimiento, que nos muestra a un Potosí lleno de contradicciones, bullendo de problemas, y, sobre todo, al mestizo que se lanza a reclamar el puesto que le corresponde en aquella sociedad. Desde la dirección de la Biblioteca fue un celoso guardián del patrimonio bibliográfico del país; tanto es así que, cuando se enteró que se había vendido clandestinamente un valioso libro de ese repositorio, a una institución extranjera, trabajó intensamente para dar tanto con el autor del robo como con el ejemplar, y, además, recuperarlo, pues sentía que esa era su obligación para servir al patrimonio cultural de Bolivia, a la que amaba intensamente.

Tanto al organizar documentos que sirven a los investigadores que acuden al Archivo Nacional, como al leerlos, Gunnar Mendoza ha descubierto el diario de un combatiente de las guerrillas de la independencia; documento fundamental para el mejor conocimiento del proceso de la independencia de nuestro país, que primero fue publicado en la revista de la Universidad de Sucre y, luego, ya en forma de libro, y con prólogo-estudio del mismo Mendoza, se ha editado en México.

El Diario del Tambor Mayor Vargas nos muestra la vida interna del grupo que actuaba en la región de Ayopaya; en él podemos ver, como nos hace notar don Gunnar, el castellano lleno de quichuismos que se hablaba entre los combatientes, tanto dentro del grupo como al entrar en contacto con los habitantes de los pueblos a los que llegaban. De esta muestra, un hito en el desarrollo del castellano en Bolivia, también vemos cómo el indio participa hermanándose con el mestizo y el criollo, ayudando con su esfuerzo y su sangre a la construcción de una patria donde todos tuvieran parte, donde la paz y la concordia sean la norma, y la ley sea el refugio de los necesitados de justicia, pues ella ha de juzgar imparcialmente a los litigantes.

Como en toda contienda, hubo discrepancias y rencillas entre los participantes, y José Santos Vargas nos las muestra, como la diferencia entre el comandante Chinchilla y José Miguel Lanza, que termina con el fusilamiento de Chinchilla. Ese estudio, que de por sí ya es un pequeño libro, debería ser de conocimiento obligatorio de los estudiantes de los colegios del país.

Por todo eso, y mucho más, es una obligación moral recordar hoy a don Gunnar Mendoza.