Rafael Julio Quiroga
La declaración emitida por un candidato a aenador por el Partido oficialista ha desatado un sinnúmero de protestas y opiniones, al extremo de que el “Presidente vitalicio de los bolivianos”, como dice Paulovich, prácticamente obligó a su candidato a pedir disculpas públicas a las mujeres.
El mencionado candidato a senador por Cochabamba al opinar sobre el feminicidio dijo que “había también que educar a la mujer a comportarse, medir su vestimenta para no provocar al varón y cuidarse de beber en exceso”.
En pleno Siglo XXI pedir que el sexo femenino se vista a la vieja usanza del Siglo XIX, cuando la mujer usaba cuatro fustes, las mangas hasta la muñeca y la falda que cubría los tobillos, es no estar ubicado en el tiempo.
El derroche de tela que hacia la mujer de antaño no puede compararse con el ahorro de tela que hace la mujer actual; con lo que ciertamente llama la atención del varón, que sin necesidad de desnudar a nadie puede apreciar una figura hermosa que muestra sus encantos bien merecidos y dotados por el mismo creador. Privar a la mujer de exhibir sus encantos, que el mismísimo Dios le otorgó, es como privar a las plantas que den flores y a las aves que trinen melodiosamente.
Si tomáramos en cuenta las opiniones del citado candidato, habría que exigir que la mujer cambie de vestimenta dos o tres veces al día, obligándola a tener ropa para cada actividad, principalmente cuando tenga que ir a compartir a un restaurante o bar, en cuyo caso sería de mejor uso el cinturón de castidad, que estuvo de moda en la Edad Media. De ser así estaríamos dando la razón a la cultura islámica de Irán, nación muy amiga y admirada por nuestro Presidente; lugar donde la mujer sólo puede mostrar sus ojos, para evitar ser lapidada.
Pero, sin llegar a estos extremos, encontré al poeta nicaragüense Rubén Darío, quien con una pluma sutil y delicada, da consejos al preciado sexo femenino con esta poesía titulada “Querida de artista”:
Cultiva tu artista, mujer,/ que por cierto debes tener/ los ojos de las hechiceras.../ Cultiva tu artista, mujer,/ sin abusar del alfiler/ y del filo de las tijeras./ Y si eres de las hechiceras/ que, desnudas, se dejan ver/ en las pieles de las panteras,/ o si de las tristes y fieras,/ cultiva tu artista, mujer...
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