Tras cinco meses de guerra
Kiev y los separatistas prorrusos, con la mediación de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), alcanzaron ayer en Minsk, la capital de Bielorrusia, un acuerdo de alto el fuego que entró en vigor a las 18.00 horas de Ucrania.
No es el primer intento de detener las hostilidades en el este de Ucrania, por lo que el escepticismo está siendo la tónica general tanto entre la población afectada directamente por el conflicto como entre el resto de los ucranianos.
Según explicó al final de las negociaciones la representante de la OSCE para Ucrania, Heidi Tagliavani, las partes firmaron un protocolo de 12 puntos. El principal se refiere a la tregua en sí, cuya duración deberá ser indefinida.
El acuerdo incluye también la puesta en libertad de todos los prisioneros capturados en ambos bandos y la apertura de un corredor humanitario para facilitar los movimientos de los refugiados y la llegada de provisiones y medicamentos para los pobladores de Donetsk y Lugansk.
Según Tagliavani, los blindados y la artillería pesada de las dos partes enfrentadas deberán retirarse del entorno de las ciudades, aunque sus efectivos podrán mantener sus actuales posiciones. El cumplimiento del alto el fuego deberá ser verificado por la OSCE, cuya dirección en Viena anunció ayer que elevará su número de observadores en Ucrania hasta los 500.
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