Del cafetal a su mesa
El café de los Yungas, del departamento de La Paz, incomparable en calidad, aroma y sabor, se sitúa entre los 10 mejores del mundo.
En las partes altas de los Yungas, a una hora de la localidad de Caranavi, se encuentra Taipiplaya, uno de los sitios que por su altura sobre el nivel del mar, ha logrado producir un café de gran calidad, calificado como uno de los mejores del mundo. En el lugar los productores, en su mayoría migrantes del altiplano, aún mantienen sus costumbres que se mezclan con la tecnología de una planta procesadora en la que se acopia la cosecha de la comunidad Villa Imperial, uno de los cafés más costosos y requeridos por países como Holanda, Japón, Canadá y Estados Unidos.
Asocafe es la Asociación de Caficultores de Taipiplaya, que en el marco del primer Festival Turístico de Cafetaleros del departamento paceño mostraron a los visitantes el proceso con el que elaboran el café yungueño, incomparable en calidad, aroma y sabor que en mercados internacionales llega a costar hasta 22 dólares la libra, por situarse entre los 10 mejores del mundo.
Para los que tuvimos el placer de llegar a esta región, la visita comenzó el lunes 1 de septiembre a horas 22.00 con el recibimiento de los pobladores, quienes al ser migrantes aymaras, lograron una mezcla de los ancestral y lo moderno al igual que de lo altiplánico y tropical, ofreciendo su música completamente andina que armonizaban con el sonido de los grillos y del monte verde. Ataviados con sus mejores ponchos y sombreros de oveja en un clima bastante cálido, esperaban con los brazos abiertos a quienes por primera vez llegaron a la población.
"Estamos muy contentos de recibir a tantas personas que quieren conocer y ver de cerca el proceso de producción de los diferentes tipos de café que producimos en Taipiplaya y que muchas veces pasa desapercibido ante la población y las autoridades”, señaló el director de Asocafe, Alberto Poma.
Para mostrar el funcionamiento de la procesadora, inmediatamente llega al lugar Eduardo Antiñapa, del sector Patacamaya, con los dos sacos llenos de café en guinda, imagen extraña para los que no conocen el café aún en fruto, que son pesados para darle al dueño un recibo de los 123 kilos de su acopio y el monto de dinero que recibirá a cambio.
Antiñapa viene de una de los sectores que al igual que Villa Imperial tiene uno de los mejores granos de café, sin embargo comenta que las necesidades en el sector son muchas, ya que no cuentan con apoyo suficiente para mejorar la calidad o para el cambio de cafetales, a lo que se suma que los sembradíos se encuentran hasta a 40 minutos del camino, por lo que les es difícil llevar a cabo una buena cosecha por el tiempo que implica el entrar al terreno y salir de él.
"Acá hacemos el control de calidad, porque el fruto debe entrar, ya sea en un rango de bueno, regular o malo, aspectos que servirán para definir cuanto se le pagará por su producción. Cuando identificamos café de buena calidad este es separado para que bajo un procedimiento de secado y fermentación especial sea destinado a la producción de un café de mejor calidad que será exclusivamente de exportación", explica el ingeniero encargado de la planta, Edwin Copa, mientras revisa los pequeños frutos que se parecen a cerezas, con un aroma dulzón, pero muy típico del café.
Inmediatamente la cosecha pasa a manos de la procesadora, esta se vacía en una especie de contenedor de madera que a la vez cumple una función de embudo, que desemboca en la peladora mecánica, en la que el grano es separado de la cáscara y la pulpa que son secadas a la sombra y tostadas para convertirlas en sultana, que dicho sea de paso también varía en aroma y sabor dependiendo de la calidad del fruto original.
En cuanto al grano, este es expulsado a las fosas de fermentación, donde es puesto a remojo para que luego de terminado este proceso sea secado, ya sea bajo el sol o sombra, dependiendo del tipo de producto, para que luego sea escogido por las palliris, mujeres en su totalidad, quienes se encargan de seleccionar y verificar la calidad cada uno de los granos.
A pesar de la oscuridad de la noche, en el espacio de secado, en un patio de cemento dividido por corredores se vislumbra una especie de alfombra de café que aún no tiene el color caramelo, pero que si se diferencia entre blancos y verdes que son los de máxima calidad.
“El mantener todos los aromas tropicales también depende del tipo de tostado que se le dé a los granos ya secos, recomendamos el tostado americano que debe ser preciso, porque de pasarse un poco cambia totalmente el sabor”, explicó Copa.
Sin embargo, el proceso no termina con el tostado y el molido de los granos, ya que debe probarse el resultado del mismo, a través de un control de calidad en el que intervienen hasta tres catadores que certifican que el proceso ha dado la calidad necesaria al café, para lo cual, según comenta Copa, los productores también han sido capacitados convirtiéndose muchos en catadores profesionales.
Todo este proceso al igual que nuestra visita de una noche, termina de manera resumida con una taza de café caliente de primera calidad sobre la mesa, en la que desde la puerta se puede sentir una mezcla de aromas tropicales, desde lo floral, la miel y nueces que combinan con el sabor dulzón parecido al chocolate, cítricos y café.
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