En mayo pasado, Frank Worley-López, en un interesante artículo titulado “En Estados Unidos, nadie sabe cuántas leyes tenemos ni qué significan”, destaca que “en enero 2014 entraron en vigor alrededor de 40 mil nuevas leyes en USA, entre federales, estatales, y municipales; y nadie sabe en realidad cuántas leyes hay en todo el país; ha habido muchos intentos para tratar de llegar a un número exacto, pero todos han fracasado”.
Luego enfatiza: “para empezar nadie en ningún nivel del gobierno conoce todas las leyes; ni la policía, ni los jueces que hacen cumplir la ley, ni los fiscales que encarcelan a la gente con la ayuda de esos mismos jueces, ni siquiera los abogados que defienden a los acusados. Ni uno solo de ellos conoce todos los aspectos de la ley. Así que si alguna vez te enfrentas a un juicio penal o civil, ten fe; existe la posibilidad de que haya alguna una ley por ahí que el juez desconozca y que puedas usar a tu favor. Pero, también puede haber alguna que pueda ser usada en tu contra. La Fundación Heritage llama a este fenómeno “sobrecriminalización”. El hecho es que, sin saberlo, tú o tus hijos, podrían ser arrestados, juzgados, y condenados fácilmente por un crimen que ni siquiera sabían que existía. ¿Es así como debería funcionar una sociedad libre?”, concluye preguntándose.
Dicho sea de paso, en la nación del norte se tiene la pena de muerte, cadena perpetua, confinamiento en solitario, habiendo sido hasta el año 2010 el quinto país en número de ejecuciones atrás de China, Irán, Corea del Norte, y Yemen, al igual que registraba entonces la mayor tasa de población carcelaria del mundo.
Como para expresar de forma categórica que no todo consiste en aprobar leyes “al por mayor”, para todo y contra todo, porque al final el hombre no deja de ser lobo del hombre. A propósito, cuando hace algún tiempo finalmente se aprobó alguna disposición en pro de la mujer, con bombos y platillos se dio paso a la exclamación, casi generalizada, en sentido de que “ahora sí con esta ley nunca más habrá violencia contra las mujeres”. Entonces señalamos que no se trata únicamente de aplicar leyes y dar por hecho que jamás volverán a cometerse tal o cual transgresión.
El tiempo confirmaría luego, de modo lamentable, que no todo estriba en aplicar normas, reglas, o disposiciones legales, se puede decir, en cantidades, al amparo y calor político, sino que por el contrario, se debiera difundir campañas educativas profundas, si se quiere hasta la saciedad, por todos los medios de comunicación existentes y disponibles, invirtiendo los enormes recursos económicos, destinados en su mayoría a magnificar la figura del mandamás de turno, sea de alcaldías u otras instituciones, mediante las redes nacionales de comunicación, lo cual fuera de significar un gasto ostentoso no contribuye a la sociedad de modo real y edificante, ya que no se sabe, por ejemplo, cómo beneficia a una determinada comuna local que la imagen de su titular sea exhibida y vista a través de esos medios masivos en el interior del país, e incluso en las extensas alejadas fronteras del territorio nacional.
Tales cruzadas educativas tienen que estar destinadas a enseñar a respetar a la mujer desde el hogar, la misma familia, pues es innegable que el abuso y la discriminación parte de ahí, aunque no se lo quiera creer. El hecho de que en casa la única que tiene que lavar los trastos de la cocina, la ropa, asear las dependencias, velar por el o los niños enfermos, levantarse de cama antes que todos para preparar el desayuno, ser la última en ir a descansar puesto que antes debe esperar al esposo o hijos que se fueron de diversión, y en fin la lista sería interminable, no habla precisamente de equidad, pero viene a ser tan normal y usual.
Es cuando comienza la violencia doméstica, ya que los otros miembros de la familia nunca quieren coadyuvar con esos menesteres, dizque, propios de mujeres, y reprochan a la esposa, la madre, e inclusive a la abuela sobre “por qué está sucio, desordenado, esto; o por qué no está listo el chairo, y finalmente por qué no estuvo atenta a la llegada del varón por la noche razón por la cual fue asaltado cerca de casa”.
Se tiene que inculcar a todos a emanar, irradiar, cariño, amor y respeto por las mujeres; a compartir las labores hogareñas, y brindarles todas las consideraciones que se merecen. Sólo entonces estaremos hablando en serio y luchando de veras por la equidad de género y contra la violencia hacia la mujer. Más aún, cuando tomemos conciencia de nuestro reprochable accionar, traducido en la exposición continua de actitudes, poses, o chistes machistas desde el lugar o la posición que estemos ocupando. Lo demás viene a constituirse en mera palabrería hueca y demagógica que raya en el absurdo e hipócrita cinismo omnipresente hoy y siempre.
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