El hecho de que nuestras exportaciones sean las más bajas del continente, dan lugar a seria preocupación sobre el futuro de la economía nacional, porque no debemos seguir vendiendo sólo materias primas sin los valores agregados que corresponda. Nuestros vecinos, especialmente Brasil, Chile y Perú se han preocupado en los últimos años por dar valor agregado a lo que exportan y el caso del hierro que importamos de la Argentina y de Brasil es muestra de que a toda la materia prima que extraen de sus yacimientos le dan valor agregado para ser material ya preparado para ser utilizado en la construcción de infraestructura, etc.
Según la CEPAL, nuestro país tiene la menor presencia de bienes industriales en las exportaciones. Desde siempre, nos hemos resignado a exportar sólo materias primas, sin preocuparnos por industrializarlas no sólo para el consumo interno sino muy especialmente para las exportaciones con valor agregado, que implica valores que, en casos, duplican a los de las simples materias primas que, en casos, como la minería, implicaba exportar tierra con mínimo porcentaje de minerales.
Si bien desde la década de los años 70 se ha reemplazado con barras de estaño la exportación de “sacos barrilleros con alto porcentaje de tierra” a las fundiciones de Liverpool en Inglaterra o Texas en los Estados Unidos, significando ello que nos permite contar con mayor cantidad de divisas y, además, ahorros sustanciales en el manipuleo y transporte que, en lo práctico, significa disminuir costos y conseguir precios altamente diferenciados y convenientes.
Los resultados que muestra la CEPAL son terminantes y hasta humillantes para nuestra incapacidad de corregir la situación: “una participación de 95,1% de materias primas en las exportaciones”. Si a todo ello se añade la persistencia de mantener la tasa fija de cambio de dólar que ocasiona un grave descenso de nuestras exportaciones, las esperanzas de enmiendas o correcciones son lejanas, especialmente por una especie de vocación para mantener sobrevaluada la moneda nacional, cuyas consecuencias sería causar perjuicios serios a las exportaciones de manufacturas.
Es una realidad que los países que mantienen pocas exportaciones industriales -ocupando Bolivia primer lugar en descuidos- muestran problemas casi similares: “deficiente infraestructura de producción, educación y formación orientadas a las actividades terciarias, escaso financiamiento a actividades manufactureras, poco o ningún desarrollo de ciencia y tecnología a más de deficiente provisión de energía”. Hay problemas coyunturales como falta de una ley de inversiones, excesiva burocracia pública, devaluación de monedas en países vecinos, aumento de costos laborales, permisividad con el contrabando y otros problemas que deben ser solucionados.
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