Hemos entrado en el período más intenso de la campaña electoral, en el que los candidatos están jugando sus cartas más importantes para captar el voto ciudadano; por eso, estamos en un momento muy especial que nos permite aquilatar las actitudes de los postulantes a los diferentes cargos; en esta etapa han salido a relucir una serie de actitudes poco nobles, o lo que llamamos “guerra sucia”, cuyo nombre, de por sí, ya nos informa que la ética queda a un lado, y todos los medios, sean cuales fueren, son válidos para ganar las elecciones. La campaña es sólo el camino, el momento en el que todos sonríen para engañar al que los mira, para engatusar al elector; pero en el fondo del corazón de los candidatos no hay verdadero afecto, no hay limpieza de miras, sino poses que buscan esconder la ausencia de voluntad de servicio. Son únicamente el cínico afán de servirse de los demás para hacerse poderosos, y, entonces: si te vi, no me acuerdo.
En este momento de la propaganda se ha recurrido a embarrar la figura del contrincante, con el deseo de destruirlo; y, éste, utilizando los mismos métodos, se llena la boca de improperios, y responde, como en las peleas de personas vulgares: “ y vos, y vos, y vos.” De esta manera se ha “descubierto” conversaciones privadas de personajes que tercian en las elecciones, en las cuales, éstos hablan de esto o aquello, por ejemplo, ofenden, humillan, tratan mal a una mujer; y, claro, el “descubridor” se aprovecha de ello, alza el grito al cielo: ¡Qué barbaridad! ¡No se puede tratar así a una dama! Y, de la noche a la mañana, por milagro del Señor de las Elecciones, quienes eran machistas, en un proceso de conversión espiritual, se vuelven decididos y convencidos defensores de la mujer y sus derechos; aunque, en casa, se trata con violencia no sólo a las mujeres, sino a parientes, hijos y allegados, cuando tienen el atrevimiento de opinar de manera diferente a la suya.
Por otra parte, se convoca a las organizaciones de mujeres y otras más, para que, en coro, alcen la voz en contra de esa gentuza que no merece respeto alguno. Pero, cuando una mujer de pueblo adentro llega a la ciudad para denunciar que ha sido golpeada por el alcalde de su población, y por gente aleccionada por éste, mostrando las consecuencias de la golpiza, esas personas y esas organizaciones “guardan un silencio muy parecido a la estupidez,” como decían los hombres de 1809. ¿Por qué será así el comportamiento del ser humano, especialmente en época electoral? ¿Y el respeto a la dignidad y privacidad de las personas? ¿Acaso las personas tienen más derecho que el de obedecer?
Hasta este momento, fuera de esas actitudes, no se ha hecho conocer ni las bases ideológicas de los diferentes programas, ni se ha puesto a discusión los puntos de ninguno de ellos, no obstante que alguno critica que los otros no tienen programa de gobierno, que son únicamente unos despitados. Lo evidente es que no se han mostrado ideas, como si la campaña electoral fuera para discapacitados mentales, que no pueden entender el profundo misterio de las nuevas proposiciones; o, como si fuera un juego en el que se mueven fichas que se coloca aquí, para que el contendiente quede inmovilizado; y, todo se hace en el silencio de los juegos de campeonato de ajedrez, en el que los ilusos electores miremos embobados las geniales movidas de los jugadores.
La campaña electoral es para que el elector conozca las virtudes o defectos de los candidatos; es para conocer si “el proceso de cambio” se propone revisar actitudes negativas, pues quienes lo realizan no son infalibles, o, si se quiere profundizar el cambio con los mismos métodos; y quienes buscan el cambio del cambio, es decir, los opositores, tampoco han mostrado las recetas que tienen para conducir el país por mejores rumbos que los que estamos recorriendo.
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