[Armando Mariaca]

Urgencia de conciencia de país y de servicio


Vivimos un tiempo pre-electoral en que las diversas campañas partidistas están inmersas en un “mare-magnum” de promesas e intenciones; pero, mostrando muchas veces las inquinas, los complejos, los resentimientos y la ausencia de humildad y conciencia para actuar dentro de cánones de cordura, limpieza, respeto y responsabilidad.

Lo que hasta ahora experimenta la población es una especie de vergüenza de lo que dicen, se dicen y hacen los candidatos; cada quien, a su modo, enrostra al otro lo que sea, manipula situaciones muy particulares con tal de denostar al contrario y en este “mare-magnum” de guerra sucia no hay cabida para el respeto y la consideración que merecen quienes asistirán a las urnas y, por supuesto, menos consideración a los que no llegarán a los recintos electorales por cualquier razón.

Hay conceptos sobre el ejercicio de la política partidista: muchos de ellos son negativos y en casos se le atribuye que debe ser dura, inmisericorde, contraria a lo que sustenten los ocasionales contendientes; no faltan las “pruebas” que muestran sobre unos y otros; tampoco el recuerdo de hechos pasados que el tiempo borró aunque en la memoria del pueblo subsistan.

Cuando se habla de candidatos, lo que se cree es que éstos deben tener, o adquirir, conciencia de país y vocación de servicio; pero, lamentablemente, todos se dejan arrastrar por las corrientes en que al país se lo ve como al fondo de un lago, cristalino sí, pero muy al fondo, un país que estaría por ser tomado en cuenta, salvado de sus penurias y ahogos; un país que requiere el concurso de sus hijos; un país que espera de sus conductores comportamientos dignos y procedimientos sujetos a la Constitución, las leyes, la moralidad y la responsabilidad.

Cuántas veces se sostiene que “no hay mucho que esperar de la política” dadas las experiencias sufridas; pero, la verdad es que siempre habría que esperar de la política bien entendida, mejor comprendida, perfectamente utilizada y sabiamente concebida y aplicada. La política partidista, generalmente vulnerada por sus militantes y, en casos, también conductores, desvía caminos para dar paso a intereses subalternos, a posiciones personales plenas de soberbia, a ambiciones que buscan el poder por el poder y que no ven ni sienten las urgencias nacionales o, mejor, las del bien común.

Desde el año 1982 vivimos en permanente democracia; pero, no siempre hemos practicado debidamente esa democracia que, en casos, se ha convertido en simple “slogan” y no como una forma de gobierno y un modo de vida del pueblo. Muchas veces quienes asumen el gobierno de la República o dicen actuar en plena democracia, han olvidado que libertad y democracia van perfectamente encadenadas, consubstanciadas, indefectiblemente unidas y sólo puede entenderse que todo ello implica la plena vigencia de un orden jurídico cuyas características son la libertad, la igualdad, la equidad, la ecuanimidad y la solidaridad, todo hecho ética, que es la filosofía de la moral. Importante tener en cuenta la participación y el consentimiento del pueblo para todo lo que hagan los gobiernos del Estado, mediante procedimientos idóneos que garanticen la identidad de fines entre gobernantes y gobernados. Todo lo expresado, coronado por la vigencia de las libertades individuales y el respeto a la diversidad política, económica, social y cultural.

Quienes aspiran a la Presidencia de la República deben entender, clara y terminantemente, que la democracia en libertad implica el diálogo y la posibilidad de libre discrepancia y, además, poder ser antagónico con el régimen en los marcos de las leyes, habida cuenta que la legitimidad democrática determina que mayorías y minorías sean consideradas y respetadas como partes fundamentales del juego político.

Es, pues, importante, que los candidatos -al margen de sus desavenencias, confrontaciones, divisiones y encumbramientos de soberbias-, comprendan que deben renunciar a todo lo que les hace daño y atenta contra el bien común al no tener respeto ni consideración al pueblo que es, al fin y al cabo, la razón de ser de los grupos político-partidistas. Esto quiere decir que deben adquirir conciencia de país, sin ello, estarán perdidos en el “tormentoso mar” de las discordias, los desentendimientos y la carencia de respeto. Que lleguen las elecciones, pero en un amplio espacio de moralidad, que es el conjunto de valores y principios.

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