La historia del libre comercio tiene características notables tanto a nivel mundial como a nivel local. Sus resultados fueron siempre de dudoso efecto y el tema está siempre presente en la vida política de nuestro país, generalmente sometido a los vaivenes de la economía mundial.
Durante la segunda mitad del Siglo XIX, el libre comercio tuvo en Bolivia características particulares que determinaron resultados especiales que crearon las condiciones para la revolución de 1899, también llamada revolución liberal. A partir de ese año, el sistema del comercio libre se siguió aplicando con mayor fuerza en Bolivia, tanto por el Partido Liberal como por el Partido Republicano.
La aplicación de ese sistema hizo que Bolivia se convierta en un país que nada producía (excepto algunos alimentos) e importe toda clase de artículos de consumo, desde máquinas, textiles hasta palitos de fósforo. Al mismo tiempo, como había ingresos de divisas, éstas eran utilizadas para las importaciones. De esa forma, el país se fue convirtiendo en una colonia económica o, más propiamente, en el mercado de consumo de productos industriales europeos y americanos, en particular de Chile.
Esa situación no se modificó en años siguientes, aunque algunos esfuerzos para modificarla prácticamente cayeron en saco roto. En ciertos momentos, las exportaciones de minerales alcanzaban hasta el 70 por ciento del total de los ingresos del país, índice que tenía tendencia a reducirse debido a políticas anticoloniales.
Como reacción a esa situación de dependencia económica (que se fue convirtiendo también en dependencia política de potencias extranjeras), algunos esfuerzos registraron importantes avances y el volumen de nuestras exportaciones fue bajando y al mismo tiempo se dejó de importar numerosos artículos. Sin embargo, esos esfuerzos resultaron efímeros y a la vez fueron eliminados, retornándose a las políticas de libre comercio, vale decir exportar materias primas y, paralelamente, con las divisas-oro originadas en ese comercio, importar toda clase de productos. Se retornó, en esa forma, a las prácticas coloniales.
Desde principios del presente siglo las denuncias contra ese sistema de libre comercio se fueron acentuando y no faltó algún Gobierno que dijo que iba a acabar con ese orden de cosas. Inclusive se anunció que de ninguna manera Bolivia participaría en actividades de libre comercio y se cerraron todos los caminos en ese sentido y se dejó por establecido que todas las políticas económicas de Bolivia estarían dirigidas a reducir las exportaciones de materias primas y a cerrar las fronteras a la importación de artículos de origen industrial.
Pero todos esos ofrecimientos cayeron en saco roto y, finalmente, al presente nos encontramos igual o peor que antes, pues las exportaciones de materias primas han llegado hasta más del 80 por ciento, mientras, por otro lado, las importaciones de artículos de primera necesidad, maquinarias, etc. aumentan en proporciones inesperadas.
Esas políticas económicas determinan finalmente dos graves problemas: primero el crecimiento de la dependencia económica y política en relación con potencias extranjeras (de segunda y tercera categoría, además) que nos invaden masivamente con mercancías ordinarias y de bajo precio y, segundo, un mortal efecto sobre la industria nacional, que se ve víctima de la competencia desleal y en cantidades ilimitadas de artículos foráneos, es decir debido al libre comercio con algunos países emergentes.
En esa forma, en términos generales, se confirma que en la actualidad las políticas estatales han retornado al libre comercio a ultranza, pese a ofertas en contrario y afirmaciones acerca de que la economía boliviana será descolonizada.
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