No sólo han sido abundantes las declaraciones oficiales de que el país vive momentos de bonanza económica sin precedentes, sino que ostentaciones en ese sentido lo confirmaban. Una de las consecuencias de ese despliegue propagandístico es el pedido del sector pasivo para la concesión de un bono de Bs. 3.000 y el reconocimiento del “segundo aguinaldo”. Entre los considerables gastos extraordinarios asumidos por el Gobierno, el más impactante ha sido, sin duda, el del G77 + China, evento que convocó a 4.000 participantes y estuvo precedido por otras reuniones internacionales afines en Santa Cruz, calculándose una inversión de 75 millones de dólares.
Este panorama no ha podido menos que despertar la apetencia de distintos sectores sociales, siendo ahora el turno de los 138.000 jubilados del sistema solidario. El rechazo de la solicitud viene desatando bloqueos en las ciudades y una marcha de la “tercera edad” por la fría altiplanicie, desde Konani, a 112 kilómetros de la sede de Gobierno, recientemente iniciada.
La demanda se ampara en el hecho de que la totalidad de la burocracia política y administrativa del Estado y las descentralizadas han percibido el “segundo aguinaldo”, sumado a otros bonos anteriores a favor de la Administración Pública. La exclusión de los jubilados de este beneficio es considerada por la opinión pública como una medida que incurre en notoria falta de equidad con un sector que no por cesante deja de tener necesidades y obligaciones.
Las opiniones coinciden en que el error parte de no haberse efectuado un cálculo previo de las disponibilidades de la hacienda pública para el segundo aguinaldo, ahora “madre del cordero” del conflicto, de modo que la totalidad de los receptores de sueldos o rentas estatales reciban el obsequio espontáneo, sin omisiones ni exclusiones. Si las finanzas no alcanzaban a cubrir ambos conceptos no cabía otra cosa que disminuir la cuantía del segundo aguinaldo, reduciendo su porcentaje a fin de contemplar a todo el universo indicado, aunque se hubiera tenido que cambiar el nombre de la bonificación.
Nadie habría cuestionado el monto por tratarse de una gracia que no figuraba en las expectativas de los beneficiados. Otro mal cálculo fue, posiblemente, la suposición de que tratándose del sector pasivo y de la avanzada edad de sus miembros, no se confrontarían resistencias ni presiones, apreciación que al presente es respondida con incómodos bloqueos del centro vital de esta ciudad y de las del interior, junto a una conmovedora marcha, con enormes perjuicios para los estantes y habitantes y no poca pérdida por la anormalidad que menoscaba las actividades en general, como ocurre con harta frecuencia.
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