Durante las últimas décadas del siglo pasado y la primera del presente, las políticas económicas aplicadas por los gobiernos bolivianos consistieron en ir reduciendo la producción interna y aumentando, paralelamente, las importaciones de diversos artículos, tanto en calidad como en cantidad. Es más, pese a ofrecimientos en contrario, esas políticas se fueron acentuando hasta llegar a niveles increíbles al presente.
En efecto, en las actuales circunstancias, esa concepción se ha convertido en un problema de gran magnitud y el país está marchando por caminos que en tiempos pretéritos lo llevaron a la ruina y que se creía que nunca iban a volver, superando, en esa forma, la tradicional condición colonial de Bolivia y llevándola por el camino de la independencia económica nacional.
Actualmente, la producción interna de esenciales artículos de primera necesidad ha ido cayendo (excepto algunos sin mayor importancia,) en todos los rubros, tanto en la industria, agricultura, minería y otros. A la par del decrecimiento de la producción nacional, por factores providenciales, Bolivia ha estado gozando de altos precios de las materias primas de exportación, lo cual le ha significado poder disponer de importantes cantidades de divisas.
Enseguida, a la caída de la producción interna, el Gobierno se ha visto obligado a importar gran cantidad de artículos de primera necesidad, utilizando para ello las divisas recién recibidas. Esa actividad ha tenido consecuencias calamitosas en el aparato productivo interior.
Pero el problema no para ahí. Se sigue profundizando. En efecto, se importa mercaderías fungibles (telas, alimentos, baratijas) con altos precios y se los vende al público con precios baratos de subvención. A la vez, muchas personas compran esos productos baratos y los exportan vía contrabando. En síntesis, exportamos divisas-oro en proporciones que pasan de los tres mil millones de dólares e importamos, en igual o mayor cantidad, productos que se “evaporan”, es decir que el empobrecimiento del país es sostenido.
Por otro lado, esa negativa política que trata de ser mostrada como “favorable”, es de gravísimas consecuencias. En efecto, está dando muerte lenta pero segura a todos los factores de producción interna. Así, las divisas de la minería que sirven para importar alimentos y otros están matando la agricultura. Prácticamente hemos dejado de producir papa, oca, trigo, maíz, fruta, verduras, café cacao, y otros de título mayor, así como hualusa, racacha, cebollas, yuca, y enlatados de toda naturaleza, etc. ¡Sólo producimos coca! También la ganadería está destruida y la población sufre por carencia de carne. Por vía de las importaciones y el contrabando compramos alrededor de tres mil millones de dólares, contantes y sonantes, sin considerar ropa, lo que ha dado muerte a cientos de artesanías y dejado sin trabajo a miles de aprendices.
Ese es un círculo vicioso de catastróficas consecuencias económicas. En términos políticos es considerado como típico libre comercio que deriva en la categoría de la colonización del país, al contrario de buscar su independencia, como se intentó en el siglo pasado.
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